jueves, 20 de enero de 2011

Sobre el gran maricón de mi vida (todas tuvimos o tenemos uno)


Empecé con la idea de escribir sobre minas locas de patio que se obsesionan con los hombres, y me desvié recordando una historia personal que ha sido gestora de tantos sentimientos encontrados.

Una vez me enamoré (supongo que fue eso, pero no estoy muy segura aún) de un compañero de la U que era mi amigo también, dato no menor, ya que con él hablaba de cosas personales, sabía mi vida casi completa. Me gustaba tanto… tanto. Hubiese hecho cualquier cosa por él, me hubiese transformado en lo que fuera por él (después de eso juré que nunca más volvía a amar así), él fue el PRIMERO al que le entregué mi florsssss jajaja, y yo decidí que fuera así. El tema fue que después de aquél evento, que por cierto para mi fue un desastre, no tuvo nada de placentero incluso ahora que recuerdo, me dieron ganas de gritar “¡devuélvanme la plata!” el muy maricón, me pateó.

Y no fue nada sutil, ya que fue justo una semana después de haberme desvirginado. Ahí quedé sintiéndome vacía y triste, utilizada, engañada y traicionada por quien pensaba que era mi amigo. Jamás se me han olvidado algunos detalles de esa mariconada.


Fue en su auto, una tarde que llovía, después de salir de la U. Sus palabras exactas fueron “yo no puedo amarte como tu necesitas”. Esto, mientras y - que ya presentía que venía lo peor - lloraba como una magdalena. Esa ha sido la única vez en mi vida que he implorado por cariño, por que me quisieran. Le dije “no me importa que no me quieras, pero yo igual quiero estar contigo, si no, me voy a ir a la cresta”. Así le dije, tenía 21 años. Y él como en un acto seguramente de remordimiento o ego extremo, no lo sé, me dijo "Bueno, pero no te prometo nada". Asì de frío, asì de malvado.

Recuerdo que llegué llorando a mi casa, y lloré, lloré, lloré hasta que me dio hipo. Mis papás salieron con el clásico “él no te merece, si no se da cuenta de quien eres, es un estúpido”. Acto seguido, me sequé las lágrimas, me limpié los mocos y tiritando, lo llamé a su casa (aún en esa época no se estilaba mucho mandar mails, hoy lo habría hecho así). Se demoró un buen rato en contestarme, fueron varios rings donde casi se me fue la vida, y cuando por fin contestó, yo, aún en shock, le dije lo siguiente “Hola, lo que te dije anteriormente de seguir igual contigo, lo retiro, yo merezco que me quieran, chao”. Y le corté para seguir llorando.

Pasé un año entero llorando, odiándolo, sintiendo pena, un año en que tuve que mamarme verlo casi todos los días en clases. Toparme con él en los pasillos. Siempre se me revolvía el estómago cuando lo veía. Pero lo peor vino después, porque nunca más me volvió a hablar, ni me miraba, hoy sé que fue de pura verguenza por su falta de hombría, pero en ese entonces lo sentí como una crueldad. Nunca me pidió perdón.

Dentro de todo, creo que fui digna. O sea, nunca lo espié después y tampoco sicopatié a su novia, con quien volvió después de patearme. Me enteré después que incluso había atinado con una compañera loca de la U, que siempre le tuvo ganas y siempre me tuvo envidias, y eso lo hizo sólo un par de semanas después botarme.

Me dolió tanto, tanto, pero yo jamás hice un escándalo, jamás increpé a nadie, me la comí en casa, sola, con mis amistades.

Un día caminando por la calle con mi amiga P, y ya pasados unos años y un tanto superado el suceso, aún con sangre en el ojo, lancé una profecía autocumplida y lancé "un día, algún día nos volveremos a encontrar y él estar gordo y cagao y yo estará bella y feliz". P aún se acuerda de esta promesa que se cumplió tal cual, 7 años más tarde.

Nos volvimos a encontrar para nuestra titulación (más de 1 año después de dado el examen de grado), la vida quiso que yo, me sentara justo detrás de él. Y como había pasado tanta agua bajo el puente, y yo estaba en otra, casada y trabajando, le toqué la espalda, él se dio vuelta y lo saludé como si nada. Le conté un poco de mi vida, de lo bien que estaba etc etc etc.

Una semana después comenzó a mandarme mails, diciéndome sobre lo linda que estaba, que estaba contento de verme tan bien y luego de algunas insistencias de parte suya, accedí a juntarme con él. Fue en ese encuentro que me contó sobre su vida aburrida mientras yo lo miraba pensando “¿Qué mierda vi en este gallo? Es horrible, gordo, y fome”. Después de eso, nunca más le volví a contestar un correo, pero él insistió e insistió hasta que una tarde me dieron los monos y le mandé el que yo considero el E – mail de mi vida.

Le dije todo lo que debí haberle dicho cuando me botó, le dije que había sido un maricón, y que se fuera a la mierda, que me hizo daño, que no sabe cuánto que era un patético y le pedí expresamente que no me respondiera ni que menos se le ocurriera volver a buscarme.

Ahora me doy cuenta que después de esa traición nunca fui más la de antes. Recuerdo perfectamente que cuando tuve sexo por primera vez con el hombre que después se transformó en mi marido, me puse a llorar y él no entendía nada. Lloré y lloré porque pensaba que él al igual que el otro imbécil me iba a dejar tirada.

¿Y saben? Creo que aún me pasa. Aún me da pánico que me utilicen de esa forma y me abandonen. Si bien superé cualquier sentimiento hacia ese ex amigo, aún aparece de cuando en cuando esa sensación de abandono…. Y ahora que lo pienso bien, fue nefasto para mí porque no fue cualquiera, fue un amigo. A partir de ahí y sumado a otra experiencia traumática me quedó eso de no confiar en los hombres.

Durante muchos años me vengué de esos dos que me hicieron tanto daño, me anestesié, porque juré que nunca más nadie iba a tener la menor posibilidad de romperme el corazón. Juré que nunca más me iba a entregar así, juré que nunca más iba a estar así de triste, que era mejor andar enojada, que era más práctico.

Pero los años me fueron mostrando otros caminos y con el tiempo me di cuenta que andar enojada con los hombres por la vida, no trae nada bueno. Que andar por la vida a la defensiva y con desconfianza a la larga pasa la cuenta y que a partir de eso es posible que dejes pasar por el lado a hombres buenos.

Personalmente me cansé de andar emputecida con los hombres, aunque digamos que igual mantengo ciertas distancias y siempre estoy lista para salir huyendo. Quiero dejar eso en el pasado, porque creo que eso es lo que me impide avanzar en esa área afectiva.

A todo esto hace poco, me volví a encontrar con el sujeto que me "desfloró". Y justo dio la coincidencia que yo andaba ese día con todos los monos. Lo vi, me vio, lo miré seria y desvió la mirada… jajajaja mejor que de lo contrario, si se hubiese acercado a saludar, hubiese habido un asesinato en plena calle.

2 comentarios:

isa! dijo...

Difícil es no andar odiando por ahí, si literalmente un hombre te puede cagar el amor propio, con mayor razón piensas que nadie te podrá querer... no sé, yo me siento utilizada a morir! espero se me pase, todo aun es reciente, saludos!

alos30 dijo...

Pucha, qué lata lo que me cuentas. En todo caso y pensando sobre este tema, yo creo que a veces nos sentimos así, porque heredamos la equivocada idea de esperar que otro nos haga feliz y otro nos alimente la autoestima. Supongo que (y este consejo va para mí también) hay que luchar para basar nuestro amor propio en nosotras, así si viene un maricón y nos hace daño, no salimos tan trasquiladas. ¡Animo! y.... todo pasa, TODO. Lo importante es aprender.