martes, 16 de noviembre de 2010

Freno de mano


Recuerdo que cuando era chica, tipin 14, 15 o 17 años (uuuu jajaaj) cuando me gustaba alguien (de manera romántica) o cuando me sentía enamorada, me entregaba a ese sentimiento en cuerpo y alma (que no mal entienda eso del cuerpo jajaja).

No me hacía mayores preguntas como, hacia dónde podía ir esa relación, si me convenía o no, si me hacía bien o no, si él era independiente, si estaba resuelto. Sólo me bastaba que el chico me gustara, diera ricos besos y estaba lista. Todo el resto eran meros detalles que ni siquiera se me cruzaban por la mente.

Pero hoy – afortunada o desafortunadamente – no es así. Y no soy solo yo, sino que todos mis pares treinteañeros andan con el freno de mano de emergencia. Supongo que pasa porque ya todos conocemos – bueno, la mayoría por lo menos – el gusto amargo de perder a alguien, de que no nos corresponda o de no ser capaz de corresponder. Y no sólo reconocemos el sabor, sino que no queremos volver a sentirlo más.

¿Funciona el famoso freno de mano? Para ser bien honesta, yo creo que sí pero sólo cuando aún estamos en ese momento neuronal, cerebral y mental en que podemos decidir: o avanzamos o retrocedemos. En ese momento el freno de mano sirve, pero cuando se traspasa ese umbral, deja de tener efectividad, ya que ya estamos inmersos en los sentimientos profundos, navegamos por el océano de las ilusiones y de los sueños románticos…. Y no hay freno de mano, que por bueno que sea, que nos pueda ayudar a salir de eso sin que duela o sin que haya consecuencias, buenas o malas.

Me he pillado diciéndome a mi misma como si fuera un rezo o un mandamiento “no puedo darme el lujo de enamorarme ahora”. Y lo digo con convicción y aferrada a todos los puntos irresolutos de mi vida, siento que tengo tanto qué hacer antes de embarcarme en otra relación de pareja….. me da pánico nuevamente postergarme o encandilarme con la maravillosa droga del amor para, una vez más, sentir en un futuro, que hubo cosas que debí hacer antes y que de haberlas hecho, quizás, sólo quizás, esa relación habría resultado mejor….. Divago, lo sé.

Una vez conversando con mi amiga P, le confesaba que sentía que pedía tan poco en relación a un “otro romántico”. No soy una mujer fijada en grandes lujos, soy más bien simple, y lo único que pido es un hombre que no lleve en su espalda traumas infantiles terribles, heridas abiertas o ideas fijas equivocadas como la búsqueda de una segunda mamá.

Mi amiga P, con su sabiduría casi oriental, me dijo que ya a estas alturas era imposible pedir un hombre virgen en cuanto a dolores, que la hazaña real era encontrar uno que a pesar de todo eso, haya tenido un proceso de sanación bueno o que enfrente sus penas o dolores de manera saludable y positiva. La clave está, según y mi amiga, y lo confirmo es encontrar una PAREJA, que tal como dice la palabra es alguien que vaya a la par contigo, de la mano, y no detrás o encima y no uno convertida en mochila humana.

Y me quedé pensando en mi misma… yo tampoco soy un lirio, tengo algo de camino recorrido (que NO es igual a estar carreteada jajaja ojo) y recién ahora he podido enfrentar mis demonios personales con mayor efectividad, por lo que soñar con una especie de príncipe (me carga este concepto, pero es para graficar) sin complejos o rollos es simplemente fantasioso. Mejor, la realidad.
A pesar de todo lo anterior, debo reconocer que hay momentos en que me dan ganas de volver a sentir cual quinceañera, sin restricciones, sin tanto miedo, sin pensar en el futuro y sin tanta coraza.

En esta película “Comer, rezar, amar”, se decía que “quien tiene un corazón roto, es porque se arriesgó y la única forma de sanarlo es volviendo a amar”. Supongo que esa es la gran verdad que lo envuelve todo. El miedo nos paraliza y también nos hace perder oportunidades. Suena simple, pero…. es una tarea que creo que demora una vida completa.

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