En el proceso post ruptura hay un tiempo en que
la nostalgia y el recuerdo constante de la otra persona pareciera un estado
permanente. Hay personas que viven esta etapa con mucho llanto, con mucha pena,
y están las personas como yo que parten por la rabia, la incomprensión absoluta
y la impotencia. Ahora los de la pena inicial, igual como que pasan por la
rabia, siento yo, es parte “normal” del proceso, sólo que yo por lo menos parto
primero con la rabia.
De ahí sigo con la pena y la nostalgia a full.
Así me sucedió por lo menos en esta última pasada. Fueron meses muy duros donde
compartí algunas cosas y callé otras tantas para vivirlas en silencio, porque
así lo sentí necesario en su momento.
Si bien siento que sería muy soberbio asegurar
que ya estoy súper mega superada, sí puedo afirmar que lo peor ya ha pasado. Lo
supe una mañana no hace mucho. Fue como haber estado en una centrífuga que me
tiró de allá para acá. Cometí errores, desaciertos, pero de a poquito comencé a
comprender, a escuchar y a escucharme a mí misma. Y ahí comencé a acertar.
Lentamente comencé a salir a flote, primero con
mi humor negro, luego con una carcajada de verdad, saliendo, conociendo,
escuchando, hablando, aprendiendo a ser feliz con todo lo que tengo (que es mucho, mucho). Aprendí a no quedarme pegada en lo que fui, o en lo que fue, aprendí a mirar con los ojos bien abiertos el hoy y enfocarme más bien en lo que
vendrá. Siento a veces que esto es una preparación para “algo” mayor, sólo que
no sé de qué se trata… aún.
No es fácil dejar de lado los recuerdos de ese
amor que fue tan lindo y que me hizo tan feliz. No es fácil aceptar que se
acabó, por lo menos esa parte de la historia. Y no estoy sola en esto, estoy
segura hoy que nos pasa a todos: hombres, mujeres, confundidos y claros. A
todos. Y todos nuestros procesos son válidos. Pero un tip para quienes en estos momentos están pasando por lo mismo o por algo similar: se puede. Y no sólo se puede, se debe, es nuestra responsabilidad y deber aprender a dar vuelta la página, porque ahí, justo ahí, en esa esquina, seguramente está esperando algo y si uno está todo el rato recordando el pasado, es muy probable, que pasemos por el lado y no lo veamos. No hay que cometer tamaña injusticia. Abran bien los ojos, porque hay algo ahí.
Hoy me siento una mujer mucho más libre y creo
ya comienza a notarse, quizás en cosas pequeñas, pero se me nota. Y bueno… quizás tuve que habitar un rato en
esa centrífuga para entender algunas cosas que probablemente en mi campo de
flores dibujado, jamás hubiese entendido. Y si es así, bueno…. Así tuvo que
ser.
Anoche cantando unas canciones de una cantante
que me gusta mucho, recordé mi adolescencia. Esos 15, 16 años…. Y me doy
cuenta- con mucha emoción- que mi corazón a pesar de haber sufrido uno que otro
rasguñón, sigue igual de fuerte y con fe. Ni el dolor, ni las penas lo han
cerrado y eso es una bendición de Dios que lo agradezco como un tremendo
regalo.
Pienso, siento, perdono, me perdono y avanzo…. Sin
mirar para atrás.
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