Y con una sola persona en este mundo: conmigo.
Hoy leí la entrada de otro blog que hablaba
sobre las “mujeres grifo”, esas que entregan amor como en chorros gigantes a un otro
masculino, las que entregan hasta quedar vacías, las que entregan
incondicionalmente, sin medirse, sin pensar mucho…
Pienso al igual que esa entrada, que el
problema en cuestión no es entregar, de hecho ser capaz de esto es una
bendición, ya que siento que es sinónimo de tener un corazón sano y gigante, y
bueno… la vida siempre da de vuelta. El problema de esto es a quién uno entrega
tanto hasta que duela. Y el otro problema es la forma de entrega, casi de
manera divina.
Y claro, si uno es capaz de entregar de esta
forma a otro, entonces uno es capaz de entregar amor de manera incondicional a
una misma.
Se me vienen a la cabeza una serie de pensamientos
desordenados que he ido craneando durante varios meses. Sólo que ahora tienen un hilo conductor.
Una, o por lo menos yo, tiendo siempre a intentar entender al otro, tenerle
paciencia, masticar las cosas, darles una vuelta y hasta respetar tiempos. Sin
embargo, cuando se trata de mí, soy bastante más talibana.
Tiendo a ser sumamente drástica con mis
tiempos, onda ‘ya poh, apúrate’ onda ‘ya no deberías hacer esto o lo otro’, me
tengo re poca paciencia, mucho menos de la que le tengo al resto. Me tengo poca
comprensión también y en algunas ocasiones, por otro, he pasado por alto mis
propios procesos para dar algún espacio. Y me he dado cuenta que eso está mal,
o por lo menos, no está del todo bien.
¿Qué soy? ¿Sor Teresita? Nop. No lo soy… soy
mujer de carne y hueso. Y sí, he descubierto que soy mucho más lenta para
digerir las cosas de lo que pareciera o por lo menos como quisiera. De a poquitito he
aprendido a tenerme paciencia, y vaya que tengo que tenerme paciencia.
Así que he decidido conscientemente- lo pongo
así porque creo que es una decisión tomada hace rato – en girar ese grifo de
amor incondicional y all inclusive hacia mí; tratarme bien, quererme, pololear
conmigo, hacerme feliz, evitar lo dañino, aprender de mí y de mis errores. Navegar por un tiempo sin
pareja y no porque estoy herida o con miedo o porque no tengo qué dar (porque
tengo harto que dar), sino porque lo que tengo ahora me lo quiero regalar a mí.
Estoy en deuda conmigo y ya es hora de saldar
esa deuda. Este es el momento, este es MI momento. Y así será.
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