Hay personas
quienes sufren la más mínima pena de amor y cierran su corazón por mucho tiempo o peor; para siempre. Y están
las personas como yo quienes a pesar de sentir dolor en el corazón, ya una vez
recuperadas, creen con más fuerza. ¿Consuelo de tontos? ¿Ingenuidad?
¿incapacidad para no aprender? Na… creo que se llama resiliencia.
Porque si bien es verdad que soy
de aquellas que tienen serios temas con la tristeza y huyen de ella, como huyen
las golondrinas del invierno, una vez pasada la mierda, la rabia y las ideas
fijas, una vez aceptada la pena y todo el llanto que viene con ella, llega la
lluvia de claridad. Y esa claridad, mezcla de intuición y certeza, nunca me
falla. Por lo mismo, digo convencida y
con vehemencia que creo más que nunca en el amor, en sus hilos, en su
sabiduría. Y en cómo nos hace ser mejores personas, más evolucionadas y sabias.
No importa que a veces se logre a través del dolor…. Pero ¿qué más hacer? Es imposible
conocer la luz si no has pasado por la oscuridad. La vida es así.
Reviso mi vida y veo que he tenido
la bendición no sólo de amar sino de que me amaran de vuelta. Me he enamorado
ya varias veces y se han enamorado de mí varias veces. Y eso es algo que sé que
no todos pueden decir. Lo sé. Es cosa de escuchar a la gran cantidad de gente
que habla del amor como si se tratara de una enfermedad contagiosa, una peste
de la que hay que protegerse, vacunarse, alejarse.
He visto personas que la han
pasado mal, jamás encontrando un amor correspondido. Y una ya no sabe qué
pensar, si es simple mala suerte, mal ojo, persecución de lo imposible o peor
aún, un castigo auto impuesto. Algo así como una condena.
He visto también personas en el
otro extremo, quienes han sido amados, pero que nunca han amado y que no se han
dado cuenta del tesoro que significa que alguien en este mundo tan inmenso,
variado y a veces perdido, te considere especial.
También escucho mucho el “es que
no estoy preparado (a) para tener una relación”, como si tenerla implicara
algún nivel de estudio o magister. Creo que nadie está “preparado” para nada,
sólo que unos tienen más recursos que otros, pero nadie nunca está “listo”, es
simple, o te arriesgas o no.
Por otro lado está el muy de moda “es
que no tengo tiempo para tener una relación”, una de las grandes mentiras de
este siglo. ¿Qué es esto de no tener tiempo? Todos tenemos tiempo cuando
queremos.
Mi estado actual es el siguiente:
siento la necesidad de estar sin pareja por un tiempo (no sé por cuánto tan
vidente no soy), porque es parte de mi proceso y porque es la única forma que
hay (el camino largo) para aprender bien y extirpar de raíz todo aquello que no
me aporta, pero sin duda, el día en que me enfrente a alguien que me mueva el
piso (tipo terremoto del 2010) yo no dudaré en arriesgarlo todo, TODO una vez
más y aventurarme en un nuevo camino acompañada. Seguramente con más
herramientas y recursos que otras veces. Idealmente más sabia y menos errática.
Esa es la gracia.
Pero… mientras tanto, se diría que
tanteo el terreno, me muevo de allá para acá, y observo. Pienso ¡mucho! Y siento
¡mucho! Esto es casi como una gimnasia emocional en la que estoy hace varios
meses; una forma novedosa para poner en forma el corazón.
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