martes, 9 de noviembre de 2010

Violencia sobre violencia


Me cuesta escribir del tema, pero de manera directa y también indirecta he experimentado y presenciado de cerca situaciones de violencia. Hay ciertos episodios en mi vida relacionados con el tema que quisiera borrar de sopetón, pero no se puede, tan sólo puedo recordarlos con dolor y sacar grandes lecciones de ello, lecciones que se resumen en un “nunca más quiero eso para mi vida, nunca más quiero exponerme de esa forma”.

Debo reconocer que me ha impactado algunas reacciones que ha generado la ya famosa campaña contra la violencia del Sernam, esa en que aparece Jordi Castell y otras figuras como Jorge Zabaleta, dejando en claro que maricón es el mejor apelativo para un hombre que le pega a una mujer.

Hoy además me enteré que habían aumentado el número de denuncias de mujeres maltratadas en Chile y también en otras partes del mundo donde también se da esta campaña. Desde esa arista, el mensaje me parece bueno, adecuado y positivo, pero incompleto.

Supongo que quienes no han visto de cerca la violencia intrafamiliar, deben pensar que con que las mujeres denuncien – o los hombres, porque ojo muchos de ellos también sufren en silencio – estamos al otro lado, y nos podemos dormir tranquilos. Ojalá fuera tan fácil, si estuviéramos en una película de Hollywood probablemente así sería, pero la realidad es mucho más compleja.

La realidad es que puede que una mujer denuncie que es golpeada por su pareja, marido o por quien sea. Puede que su dignidad y su autoestima sufra tremendamente por este vejamen, puede que sus hijos también sean marcados de por vida, pero eso NO significa que ella va a pedirle que él se vaya de casa, NO significa que ella va a pedir la separación, NO significa que va a dejar de amar a su agresor ni que lo va a dejar de justificar.

La denuncia es sólo un paso, nada más, por lo mismo, no es poco común que ellas vuelvan con sus agresores y lo que es más peligroso aún, lo hacen convencidas que con un solo “perdóname”, el sujeto va a cambiar de la noche a la mañana casi por acto de magia. La cosa, no funciona así, el círculo de la violencia es complejo y difícil pero no imposible de romper, pero con ayuda de profesionales, de amigos, familia, pero lo más importante con la toma de conciencia de la propia mujer de que lo que está viviendo está mal, que no es normal, que es doloroso y que le hace daño.

Otra arista de esta realidad es que a todos nos gustaría que los agresores, los hombres que golpean, fueran monstruos con dos cabezas, con jorobas en la espalda, siniestros y malvados, pero la realidad es otra. Muchos son buenos hijos, buenas personas, buenos trabajadores….. por lo que encuentro yo, y seguramente muchos podrán estar en desacuerdo, satanizar al sujeto hace que sea más fácil para nosotros decirle “maricón”, ya que es más complejo y confuso ponerse a pensar en qué es lo que lleva a un hombre a golpear o agredir a una mujer.

Incluso es tan complejo el tema de que un hombre puede convertirse en golpeador en un tipo de relación y en otra, jamás levantarle la mano a una mujer.

No voy a dar nombres, porque la persona se redimió, pero yo me vi envuelta durante un tiempo en una relación que “coqueteaba”, por así decirlo, con la violencia. Nunca me golpeó, pero cuando peleábamos él me gritaba y yo le gritaba, y caíamos en esta especie de círculo tóxico donde ganaba el que gritaba más fuerte. Si bien nunca me tocó, sí una vez me jaló del brazo tan fuerte que me dejó un moretón feo. Fue horrible y eso es algo que llevo en mi corazón y que me marcó por siempre.
Terminé la relación, muerta de susto y de pena, porque a pesar del jalón yo sabía que era un buen hombre, y no es por justificar, pero era hijo de padre golpeador y de una madre que lo permitió. No era poco probable que el “gen” de la violencia también lo llevara en su interior, y vaya cómo es la vida, explotó conmigo.

Volví con él, pero no así como así, me vi en la obligación de someterme a una terapia, y lo mismo él, para poder entender en qué momento entrábamos a este círculo. Y aunque esto se da poco o quizás casi nunca, salimos de él. Nunca más volvimos a pelear así, y aprendimos a reconocer cuando una discusión podía pasar a otra cosa, por lo que de manera inmediata la conversación se terminaba hasta nuevo aviso.

La relación igual terminó por otras causas ajenas a la violencia, pero evidentemente nunca se puede tener una relación sana después de haberse acercado de esa forma a la violencia. Ahí me di cuenta que la línea es muy delgada, que violencia no es sólo un golpe, una patada, es a veces mucho más sutil como un “estás gorda”, un “eres tonta” o un simple grito.

Recuerdo que hubo un tiempo en que sentí un tremendo rechazo por su madre, me pregunté mil veces, cómo era posible que una mujer dejara pasar por toda esa mierda a sus propios hijos, cómo no lo terminaba por último por ellos. Pensé muchas cosas, como que la señora era manipuladora, egoísta, que lo único que siempre le importó era ÉL y maní con los demás. Al final se separó, pero ya el daño estaba hecho.

Sin embargo, una tarde, conversando sobre la vida, ella habló sobre su miedo de envejecer y quedarse sola….. y me dio pena, porque ella era incapaz de asumir lo que permitió y el daño que le produjo a sus dos hijos. Fue ella la que los castró… llevar eso sobre la espalda, debe ser tan atroz, tan atroz, que mis juicios valóricos respecto a su comportamiento están demás, supongo que con eso, ya tiene suficiente.

Creo que todas y todos debemos estar atentos a las señales porque todas y todos podemos vernos envueltos en situaciones de alto riesgo. Una vez escribí un reportaje sobre el tema y me gané un premio del Sernam. Lo del premio me dio casi lo mismo, pero me emocionó el que fuera acerca del tema, lo sentí como un llamado, como una señal. Nada es al azar. Ay creo que me extendí….

Acá va el link del mencionado reportaje, lo encontré en el ciber espacio del recuerdo.

http://www.terra.cl/zonamujer/index.cfm?id_cat=2007&id_reg=1125850

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