viernes, 28 de enero de 2011

Desde mi riel


Por lo menos ya pude comprobar que mis nuevas resoluciones no se quedan en el puro bla bla, bla, (a veces me pasa eso y a la hora de poner en práctica mis decisiones, arrugo). Pero no, en esta oportunidad debo decir que hasta yo misma estoy sorprendida! Jaajjaja.


El hecho que no nos veamos no me generó nada agobiante, fue como “pucha, qué lata, ¡ánimo!”. Nada de pensar cosas raras o de paranoias, sino más bien un poquitito de preocupación (que es lo normal ¿no?) y listo. Me di cuenta, casi con cierto asombro, que el que no pudiera verme por asuntos anímicos (distinto es si me dice que le da lata o porque le salió algo mejor, aclaro eso) no cambiaba en nada lo que yo siento por él y tampoco cambia en nada lo que él debe sentir por mí. Son cosas que van en rieles completamente distintos.

Estoy pensando que quizás antes era víctima de esa sensación de vacío eterno (no sólo me pasa con M, también me pasaba con J) ante una situación similar porque pensaba o sentía que no tenía nada más que eso, que eso era el centro de mi universo y que si éste se desmoronaba, yo junto a él, me iba a la mierda. Y no fíjense, sigo acá y de lo más bien.

Mi sicóloga tiene razón en lo que me dijo, la diferencia con el ayer y con asumir en el presente ciertos riesgos, está en que hoy tengo otro tipo de recursos, herramientas y redes para enfrentarlo todo. Me gusta como suena eso. Y claro, no es algo que me salga natural, es algo en lo que tengo que trabajar todos los días, quizás hasta que muera.

Además, M, es de esas personas que cuando les duele algo o algo los acongoja de sobremanera, se esconde, igual que esas tortuguitas de tierra, no en vano, le gustan tanto (vaya cosas de la vida).

Él es de esas personas que se toman su tiempo para todo, aún cuando todo el mundo llegue antes que él, aún cuando todo el mundo ande acelerado y lo hostigue a que también ande igual. Mal que mal, se demoró como 10 años en confesarme que yo le gustaba jajajaajajja. Pero yo sé que a él le va a pasar lo mismo que la fábula de la tortuga y la liebre…. Igualito.

Desde mi otro riel, yo lo miro no más, lo apoyo (no estilo cheerleader como lo hacía con J, ¡qué agote!) sino que con un abrazo, un beso o un cariño. Siempre le digo lo mismo, que estoy ahí, cerquita, esperándolo. Bueno, eso último no se lo digo jeejjee.

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