miércoles, 19 de enero de 2011
Patúa, ¡te pasaste!
A mí manera de ver hay dos tipos de periodistas, los buenos y los CHANTAS. No hay puntos intermedios. Y debido a que mi profesión es muchas veces mal mirada, mal pagada y poco valorada, seguramente varios opinarán que “la mayoría” pertenece a la segunda categoría.
Pero no fíjense, yo defiendo a mi gremio, el problema es que los CHANTAS son los que se notan más, los que hacen más ruido y los que – por irónico que parezca – muchas veces llegan a la tele o a un medio importante a preguntar puras hueás porque o son hijos de algún político importante, p porque son familiares del dueño,p porque son minos (as), p porque tienen el pelo rubio o porque derechamente escalaron de “abajo hacia arriba”, literalmente….
A pesar de lo anterior, yo conozco a tremendos periodistas, de esos que son capaces de no dormir con tal de obtener la cuña que necesitan, de los que son capaces de esperar durante 6 horas bajo la lluvia y con varios grados bajo cero a ese personajillo – de la farándula, de la política o de donde sea – con sólo la esperanza de que le dé un par de comentarios y con el riesgo de que pase de largo y no hable.
Personalmente pienso que los periodistas nacen, pero más que todo se forman. Yo siempre quise estudiar la carrera, y aunque muchas veces pateo la perra porque pagan poco y porque es sacrificada (al punto de convertirte en mártir a ratos) yo quiero mi profesión. Personalmente con los años yo me fui formando. Al principio las críticas de otros respecto a mi forma de escribir me dolían, porque típico que uno sale de la Universidad pensando que te las sabes todas, siendo que en verdad no sabes nada de nada.
Sin embargo, uno va aprendiendo del resto, tácticas, estrategias para hacer preguntas incómodas y salir airosa (pasos que NO revelaré acá), trucos para interrumpir a un entrevistado latero sin que éste se ofenda y por su puesto, el manejo absoluto de esa varita mágica que permite convertir a un entrevistado en súper inteligente e interesante aunque sea soporífero, de convertir un par de cuñas de mierda en un golpe noticioso, o un reportaje latero en una obra de arte.
El periodista chanta generalmente se queda ahí, aferrado o aferrada a su creencia que lo hace divino, que no pregunta hueás y que ha llegado a su tope. El periodista chanta sigue la ley del mínimo esfuerzo, le da lata dar lo mejor de sí porque no sé… le da paja desgastarse tanto por lo que considera tan poco.
Hoy me encontré de cara con una periodista chanta, de esas que más rabia me dan, ya que son enfermas de lentas para hacer lo que uno le pide, pero se demoran menos de 1 segundo en cobrar. Curioso. A la señorita Chanta que ya hace rato me tenía tostada le mandé a decir un par de verdades acerca de su trabajo y en vez de reflexionar respecto a que quizás no lo estaba haciendo tan la raja, me echó la foca, principalmente porque me negué a pagarle por algo mal hecho. Cero autocrítica y toda la patudez del mundo.
Seguramente podrá seguir chanteando por aquí y por allá, pero por lo menos por estos lares y mientras yo esté, YA NO! Es que me pongo a pensar en todos esos periodistas buenos que no han podido conseguir pega, que no han podido conseguir una oportunidad, porque el medio es macabro, es duro, competitivo y cuesta entrar. Por lo mismo, con mucha humildad, y siendo una persona que partió ganando 5 lucas por nota, sí, 5 lucas por nota, soy una convencida que las oportunidades se ganan y no se regalan.
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