lunes, 2 de agosto de 2010

Frank y Paris: el tributo


Frank y Paris se sientan en la mesita de la cocina a discutir el tema de la noche que los tiene inquietos hace varias horas: la película que verán por el cable.

Mientras Paris se inclina más por el drama y los filmes románticos, Frank prefiere ver alguna película que fue éxito en su juventud. Si es protagonizada por Peter Seller, tanto mejor.

La discusión parece no tener fin, mientras Paris con revista del cable en mano, encierra la cinta que a ella más le parece, Frank asegura una y otra vez que justo esa ya la vieron, solo que ella no se acuerda. Paris, después de debatirle un rato, concuerda que sí, que efectivamente la vieron unas noches atrás y que más encima era mala.

Frank y Paris son personas fundamentales en mi vida, son mis padres, y no es que se llamen así, pero son los nombres de fantasía que se ganaron después de alguna loca conversación con mi amiga P.

Paris se debe al amor que le tiene mi madre al “Shopping”, a las vacaciones de lujo y al mundo muy particular en que ella ha decidido habitar sin importar cuán real es, mientras ella lo vea así, el mundo puede irse al carajo un rato. Y Frank es en honor al gran Sinatra, el mismo que cantaba “New York, New York”, con su pelo cano, y su pinta de viejo zorro.

Durante años renegué de ambos. Con soberbia los condené por el hecho que durante mi adolescencia y mi época universitaria fueran tan, pero tan ¡restrictivos! Incluso en algún punto creo que llegué a pensar que si no había resultado mi matrimonio, era por culpa de los dos.

Creo que también le rogué a Dios no parecerme de ninguna forma a los dos y les enrostré – en silencio, por suerte – cada uno de los errores que cometieron conmigo, las faltas de apoyo y, por supuesto, la carencia de abrazos, besos y simples “te quiero”. Porque Frank y Paris me aman, yo lo sé, pero ¡por Dios que les cuesta demostrarlo con palabras o de manera física!

Pero algo pasó y creo que fue post separación. Algo sucedió en nuestra relación tan disfuncional como la mayoría de las relaciones padres – hijos: Crecí y dejé de juzgar por un momento. Dejé de culparlos de todo lo malo de mi personalidad y de mis errores. Dejé de verlos como estas dos personas que nunca podían equivocarse, y comencé a verlos como dos humanos, con defectos – unos más graves que otros – que no nacieron sabiendo ser padres y que se fueron puliendo en el camino y que me querían de la forma que podían.

Creo que lo más importante en ese proceso fue que dejé de “esperar”. Dejé de tener expectativas con ellos, dejé de querer que ellos fueran de una cierta manera, es decir, que fueran distintos a lo que son. Fue así que increíblemente comencé a ver las cosas buenas que ellos aportaron y aportan a mi vida y que al final, me hicieron ser lo que soy hoy, con lo bueno y lo malo. Me di cuenta que incluso los errores que cometieron conmigo, fueron engendrados por amor.

Me guste o no yo soy hija de Frank y Paris, y soy también hija de mis historia familiar que increíblemente reproduce algunas heridas generación en generación. No obstante, me di cuenta no hace mucho que mi misión en esta vida es cambiar una parte maldita de nuestra historia, para que así mis hijos y los hijos de mis hijos puedan ser felices en libertad.

Yo amo a Paris y Frank y sé que ellos están y estarán conmigo en las buenas y en las malas. Me he dado cuenta que hoy incluso me apoyan cuando saben que estoy cometiendo un error, ellos se dan cuenta, pero en silencio, porque al final del día lo único que quieren es que yo sea feliz, independiente de cómo a ellos les gustaría que yo fuera feliz.

Frank y Paris pueden discutir y echarse en cara los errores del uno y del otro, que Frank fue infiel, que Paris fue infeliz y que pudo hacer más en esta vida que ser una leal esposa y abnegada madre, pero en el fondo, se quieren y se necesitan, lo que pasa es que a veces no se dan cuenta y si se dan cuenta, les da miedo reconocerlo, qué loco ¿no?

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