martes, 17 de agosto de 2010

Confieso que yo he sido infiel, ¿y?


La infidelidad masculina, debe ser uno de los temas más manoseados y analizados por nosotras. Y siento que las mujeres solemos ser bien hipócritas cuando se trata de este tema.

Criticamos, juzgamos y por último, condenamos, pero se nos olvida algo súper básico, y esto es que estos “maliciosos y lascivos” exponentes del género masculino pueden llevar a cabo la fechoría de ser infieles, gracias a alguna mujer que dicho sea de paso, le importa un pito (o un bledo, suena más elegante) que el sujeto en cuestión esté comprometido. Ojo con eso.

Yo, a mis 30 años, tendría que ser la reina de las patudas si llegara a condenar la infidelidad o a un infiel. Siempre es fácil pensar de inmediato que quien es infiel, es una mala persona, egoísta y descriteriada, pero, hay que conocer todas las versiones para llegar a tamaña conclusión. He comprendido, con los años y con mucho esmero, que la vida es demasiado compleja para separarla entre buenos y malos.

Yo he sido infiel y he conocido a infieles por montones. Cada uno con sus motivos, cada uno con sus razones, cada uno con sus intenciones. Y suena raro, pero en cada uno de estos puntos, hay cierta validez y legitimidad que pareciera perdonar tamaño pecado.

Las mujeres tendemos a esta cosa de la victimización, que siento que es tan o más nefasta que hombres inescrupulosos con cientos de amantes. Esto genera harto cinismo y para ser bien franca, deben ser muy pocas las mujeres que nunca en sus vidas han incurrido alguna vez en la infidelidad o en el caso más inocente y platónico, que no haya querido echarse una canita al aire, como se suele decir.

La otra noche participé de una junta de brujitas, esas reuniones siempre son interesantes y siempre dan tanto qué pensar. Con varias copas de más, hablando de hombres, errores, recaídas y miedos, mi amiga y la amiga de ella, concluyeron medio en serio, medio en broma, que cuando la relación de pareja se torna intolerable, lo más óptimo es ser infiel.

Yo sólo me reí ante tamaña conclusión que, dicho sea de paso, encuentro absolutamente legítima. Sin embargo, mi travesía por el sendero de la infidelidad, además de dejarme anécdotas de antología, y el aprendizaje de más de alguna postura tipo Kamasutra, me aleccionó que un buen polvo, no sirve de nada cuando lo que buscas es evadir los problemas.

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