sábado, 28 de agosto de 2010


Hoy lloré y es un alivio. Pensé que me estaba pareciendo a “Amanda”, la de la película “The Holiday” (El descanso) que no podía llorar porque estaba llena de trancas. A diferencia del pasado, prefiero estar triste, antes que no sentir nada.

Ya no me siento enojada, sino que maravillosamente triste y conforme con la resolución final, la misma que ha sido tan evidente desde hace tantos meses.

Raro que lo diga, pero tengo la sensación que duró lo que tenía que durar, ni un minuto más ni un minuto menos, que fue todo lo que tuvo que ser y que no fue lo que nunca tuvo que ser. Parece trabalenguas.

Fueron tres años intensos, llenos de lecciones, llenos de dudas, pero también de momentos iluminados. No me arrepiento de nada en realidad y no quisiera hacerlo tampoco, por eso, estoy determinada a aprender a soltar, aún a sabiendas, y qué extraño que lo reconozca, que yo sigo amando.

A mis 30 años y sin esos castillitos de aire en mi cabeza, concuerdo con quienes dicen que a veces el amor en una relación no es suficiente. En mí caso no lo fue, porque por mucho que hubiese de eso, faltaron tantos otros condimentos que permiten que una relación sea fuerte e indestructible.

Siento decirlo, pero ahora creo que las películas rosas de Hollywood son una gran estafa, todos sus finales felices, sus reencuentros en las terminales de buses, trenes o en los aeropuertos son sólo aquello que quisiéramos que ocurriera en la vida real. La verdad es que al final el personaje en cuestión sí toma el avión, sí toma el tren y no vuelve más.

No sé si será masoquismo o qué, pero aún así, me gustan y estoy segura que cuando pueda sintonizarla en el cable, nuevamente voy a llorar como una tonta en el final meloso de “La boda de mi mejor amigo”.

Porque eso es lo otro que me di cuenta. A pesar de que pensaba que después del final de esta historia iba a convertirme en una persona sin esperanzas en el amor y en las relaciones de pareja, me sucede todo lo contrario.

Hoy, sueño más que nunca con la vida que quiero para mí, sueño más que nunca con todo ese amor que creo que me ha estado esperando por mucho tiempo, que ha estado esperando a que yo esté lista.

Evidentemente aún no lo estoy, porque esta vez quiero estar triste, quiero llorar y escuchar canciones tontas y seguir llorando hasta que una mañana ya no esté más triste. Recién ahí, estaré lista. Hasta ese entonces.

2 comentarios:

Univocidad dijo...

No me vas a creer pero estamos en el mismo proceso, ese que tira y afloja, en el vaivén de la negación y la resignación, donde nuestros pensamientos muchas veces nos juegan en contra, y todo a nuestro alrededor se confabula para recordarnos ese amor que no pudo ser, películas, canciones, anuncios publicitarios, parejas en los parques, la primavera...ufff! es difícil.
Pero sabes… hay un momento, un microsegundo dentro de toda esta tristeza donde podemos ver más allá y sabemos perfectamente que saldremos fortalecidas de este trance inevitable que todos en algún momento de la vida pasamos, bueno algunos más de una vez, por mi parte a mis 33 años es la primera vez que me sucede, después que comencé a vivir realmente y no me arrepiento de haber entregado todo de mi.

Simplemente hay que vivir a concho los procesos.

Un abrazo con Cariño

Alos30 dijo...

Gracias por tu post! y ya sabrás que es difícil, pero al igual que tú, tampoco me arrepiento de nada.

Saludos!