martes, 3 de agosto de 2010

Esas malditas habas


Creo que cuando recién me titulé pensé que iba a trabajar en una especie de fábrica de chocolates comandada por Willy Wonka. Supongo que nunca nadie me supo advertir que el mayor desafío del mundo laboral, era afrontar a las personas tóxicas que se van encontrando en el camino.


Porque digámoslo, no es un cliché decir que allá afuera es una jungla, hay una variopinta fauna que muchas veces puede jugar con tu mente y hasta con tus motivaciones.

Ahora, mi camino profesional ha ido haciéndome entender que no existe Willy Wonka, pero también que hay cosas que no puedo tolerar, por más que intente hacerme la lesa. Esto mismo, me ha hecho valorar tanto mi libertad, y la persona que soy.

Recuerdo cuando una vez trabajé en una empresa de ingeniería donde a grito limpio se trataba de “estúpida”. Esa fue la primera vez que renuncié y lo hizo a lo Jerry Mcguirre. Pesqué mis dos pilchas y me fui con el pelo al viento y con la seguridad que era lo mejor que podía hacer. Y lo volvería a hacer, aunque eso significó que tuve que ir a la inspección del trabajo porque no querían pasarme el finiquito y aunque ellos se desquitaron colocando en mis antecedentes “abandono de trabajo”. A mucha honra, debería decir también.

Pero no por eso no he sido nuevamente blanco de la agresividad y mala educación de otras personas que he conocido en el ámbito laboral. La última vez que alguien me gritó, me dolió, pero no por el grito – uno tiende a tener cuero de chancho – sino porque sentía cierto aprecio por esa persona. Lo increíble es que en esa oportunidad le dije todo lo que tenía atragantado, no obstante, jamás podrá entender cómo un grito puede herir tanto. Pobre, qué pena.

En todo caso, fue ese grito lo que me motivó a emigrar de ese lugar de trabajo al que le guardo gran agradecimiento porque no sólo me enseñó cosas profesionales, sino que también porque me aclaró la película respecto a qué es lo que NO quiero para mí y quien NO quiero ser.

El viejo dicho indica “en todas partes se cuecen habas”, es decir que en todas partes uno se va a encontrar con el tipejo envidioso, el que se siente mal pagado o el personaje medio siniestro, truculento y hasta la jefa con malos modales.

Yo odio las habas, me dan indigestión y como eso yo ya lo sé, estoy concentrada en construir mi propio sistema para no tener que ver mucho con ellas. Algunos ya me dicen loca o idealista, pero como una o como otra, creo que sobreviviré para contarlo.

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