miércoles, 2 de febrero de 2011

Heavy


No se que me ocurrió otro titular para esta entrada, quizás una de las entradas más importantes que he escrito en el último tiempo o por lo menos una de las que más significado para mí.

Me siento triste, pero mucho más tranquila, de esa tranquilidad que te invade el corazón cuando una sabe que se acaba de tomar una decisión correcta, difícil, pero correcta.

Después de mucho darle vuelta en mi cabeza, de mucho intentar hacer que las piezas calzaran bien o de intentar modificar mi actual naturaleza o la del otro, de mucho resistirme, determiné darle un corte final a mi relación con M, a mi híbrido, a mi Frankestein. Corté por lo sano para los dos, pero principalmente para mí.

Ayer mi amiga P, en un arranque de sinceridad, me dijo que ella realmente no sabía si yo iba a ser capaz de estar sola, si tenía la fuerza para armar mi vida y de tener un mundo propio, más allá del que concierne al de pareja. Ella duda, y claro, cómo no, si como bien dice, me ando pisando la cola a cada rato.

Para ser sincera, no sé si tenga la fuerza para ello y si soy capaz de transitar por ese camino sin auto engañarme y buscar salvavidas, pero por lo menos sé que lo quiero hacer y que estoy dispuesta a hacer todo lo que tenga que hacer para lograrlo.

Y en ese “hacer todo lo que tenga que hacer”, está esto de decirle a adiós a M. Le mandé un mail, tipo carta, sincero, visceral sobre mis razones, sobre mis deseos, sobre mis sentimientos. Creo que dije todo lo que tenía o podía decirle. Supongo que él ya hizo todo lo que vino a hacer en mi vida y viceversa, él fue parte del milagro de mi volver a sentir y de confiar. Me hizo tanto reír, me ayudó a reparar algunas cosas que en mi vida estaban hechas trizas, ocultas, congeladas.

Una vez él me dijo “no sé lo que pasará, pero sí sé que esto de alguna forma nos va a ayudar”. Y tenía toda la razón, por lo menos en mi caso.

Al escribir el mail y recordar todos esos momentos bonitos, los abrazos extendidos, las bromas y todo ese anecdotario enorme, me dio una pena gris. Me costó decirle adiós, pero le deseé lo mejor y claro aproveché para decirle aquello que nunca me atreví decirle, total no tenía qué perder. Cuando apreté “enviar” creo que dejé respirar por unos segundos… pude prácticamente verme partir.

Supongo que al igual que las otras veces en que nos hemos alejado, pensaré en él de cuando en cuando y desde la distancia, desearé que sea feliz, solo con alguien más o cómo sea, pero que sea feliz, que encuentre sentido a su vida, que se dé cuenta del gran hombre que es y de todo lo que puede entregar.

Quisiera pensar que podemos ser amigos, pero me temo, que por el momento eso es poco factible. O sea, tengo los sentimientos de cariño de amiga hacia él aún, pero me puedo confundir, por lo que determiné eliminarlo de las plataformas online, no sé si para siempre, pero por lo pronto, sí.

De hecho, M sigue desaparecido y debe estar bien mal, porque tiene sus celulares apagados, y lo conozco, eso sólo puede significar que le vino un bajón terrible y está encerrado en su casa sin querer hablar ni ver a nadie, sólo a sus demonios. No hay espacio ni tiempo para nada más.

Hubiese querido decirle estas cosas en persona, pero dadas las circunstancias mandé el correo. Además, para ser súper sincera, no sé si hubiese sido capaz de hacerlo, mirándolo y teniéndolo cerca. No soy ninguna heroína, ni tengo capa de súper héroe, soy sólo una mujer normal.

Cuando él salga de este limbo y retorne a la vida, se encontrará con mis mensajes y mi correo. No sé cómo irá a reaccionar en verdad. Tampoco espero una respuesta, no espero nada, porque la decisión ya está tomada. Anda a saber una si algún día la vida nos vuelve a rejuntar, como lo ha hecho un par de veces ya…. pero por el momento, lo mejor es la distancia y el silencio. Le digo adiós…. Y lo dejo ir, porque entendí que nada dura para siempre, que todo cambia y que hay que aprender a soltar y no aferrarse....

No hay comentarios: