domingo, 13 de febrero de 2011

Con los ovarios bien puestos


Hace unos años siempre me llamaba la atención ese lado mío masculino tan desarrollado que tenía, eso de ser chora, práctica, poco enrollada, poco dispuesta al diálogo y otras tantas características no muy positivas que solemos darle al género masculino.

Sin embargo, en el camino algo pasó. Más específicamente hace unos meses comenzó mi metamorfosis. Y hoy ando de lo más mujer para mis cosas, me pillo reflexionando acerca del futuro, las cosas me duelen, me pongo a llorar con películas, me gustan las cosas girlie , pienso en el amor, me emociono con facilidad y hablo, hablo y hablo de lo que me pasa, de lo que no me pasa, escucho lo que a otras les pasa y no les pasa. Amo las historias románticas y aquellas que también no lo son tanto.

Y en medio de este torbellino femenino que me ha invadido, esta sensación de tener ovarios y de ser muy mujer para mis cosas, también constato algunas leseras muy propias de nuestro género que veo en mí y también en las demás y que tiene relación con esta añoranza, algo infantil y fantasiosa, de que los hombres tienen que andar adivinando lo que nosotras queremos, cómo lo queremos, cuándo lo queremos y dónde lo queremos.

Porque si el otro no lo adivina, nos ofendemos terriblemente, sentimos que no nos quiere, que no nos toma en serio o simplemente nos quiere para una sola cosa: la cama, y eso, para cualquier mujer, incluso aquella que se las empluma como amante ocasional, de one night stand, es una humillación, porque una cosa es que una determine que es sólo sexo ocasional y otra cosa muy distinta es que el otro nos haga sentir que es así. Esperamos lo que dice el viejo refrán, “lo caballeroso no quita lo valiente”.

En fin. El tema es que me llamó la atención la lluvia de críticas y juicios cuando el otro día decidí en un ímpetu medio loco (especialmente por ser mujer) decirle a M todo lo que yo necesito para sentirme segura y tranquila, en demandar aquello que creo que me corresponde, con nombre y apellido, sin rodeos, sin claves, pero sí con mucha claridad.

La voz generalizada femenina a mi alrededor clamó ¡Noooooo! Que no debí haberlo hecho, porque eso era presionar, porque prácticamente no correspondía, ya que no éramos novios, que cómo hacía eso, que iba a asustarse y salir huyendo, que lo mejor que podía hacer es quedarme callada y dejar que las cosas pasaran y que él se diera cuenta solo…..

Fue tanto la unanimidad del comentario que hasta me lo cuestioné “¿la habré cagado?”, al final como ya había puesto en la mesa todos esos temas emocionales, no tuve otra posibilidad de pensar “bueno, si le da susto y sale arrancando es un tarado”.

Porque lo que yo le pedí a M es que dejara por favor de desaparecer, porque eso me generaba mucha angustia, que necesitaba cierta consistencia y estabilidad, que no tenía relación con darle un nombre a lo que había, pero sí que hubiese algún lineamiento, para así por lo menos saber en qué terreno piso y tener la posibilidad de decidir si quedarme o no. Así de simple, así de lógico. Porque al final del día creo que una no necesita una argolla para saber que el otro está ni un papel, una necesita acciones.

Además, que me di cuenta que yo no funciono con la incertidumbre, con la cosa a medias, con la No proyección, con no saber para dónde va la micro. Y sinceramente, no sé si alguna mujer realmente pueda lidiar con eso. Porque para qué nos hacemos las cuchas, muchas veces aceptamos este tipo de situaciones sólo por miedo a que si no lo hacemos o ponemos muchas trabas, nos van a dejar.

Y yo medité acerca de eso y prefiero mil veces que me dejen de una, que andar bancándome rollos y malos ratos. Creo que mis compañeras féminas cuando me pedían que mejor me quedara callada y me “aguantara” un rato, era porque consideraban que él sujeto en cuestión debía mágicamente adivinar lo que a mí me pasaba y sacar por conclusión lo que yo necesitaba de él.

Pero eso jamás hubiese pasado, porque hay cosas que los hombres no cachan, para ellos no es muy comprensible que una necesite una llamadita o un mensaje de texto para sentirnos que importantes para el otro. No basta que nos digan que lo somos, necesitamos acciones concretas, bueno, por lo menos yo sí las necesito, sólo detalles, pero detalles importantes.

Eso hice y en cambio de obtener un portazo en la cara, mi moción tuvo acogida, incluso fue entendida y puesta en práctica, lo que se traduce en un interés de su parte a que yo me sienta mejor. Se valora.

Es una lección aprendida, y que no sólo sirve para el ámbito de las emociones, sino que también en el sexo. Cómo podemos pretender que ellos adivinen lo que nos gusta o no. Más aún cuando a veces hacemos aquello que no nos gusta sólo por temor a que nos dejen tiradas. Hay que hablar, consensuar, negociar….. y también cruzar los dedos para que juste te toque un hombre que escuche y no se sienta sobre demandado u ofendido por tanta petición, creo que eso es lo más difícil.

No hay comentarios: