viernes, 30 de julio de 2010

Pet Cementery


Una vez analizando y solucionando el mundo con mi amiga P, di con la teoría del “Pet cementery”, me refiero a esa camada de personajes masculinos que alguna vez fueron importantes en la propia vida amorosa. En palabras más simples “los ex”.

Conozco a mujeres que se rayan con el tema de los ex, ya sea porque nunca lograron olvidarlos, dejar de odiarlos o porque simplemente sueñan con un día toparse con alguno de ellos para retomar la relación, por más olor a naftalina que tenga.

Sinceramente yo soy de las mujeres que se inclina por el “pasado, bien pisado”. Pero no siempre fue así, antes era capaz de dar por terminada una relación para, días, meses o hasta años después, retomarla añorando cosas que sólo estaban en mi imaginación o que simplemente nunca más pudieron volver a ser.

Así, abracé la teoría del “Pet cementery”. Los ex son igual que las mascotas muertas que se enterraban en la película “Cementerio maldito”. Si los sepultabas en ese lugar, resucitaban y volvían a tu vida, pero lo hacían como zombies, como entes maléficos que sólo querían asesinarte, por lo que no quedaba otra cosa que volver a enterrarlos, pero esta vez para siempre.

Siguiendo con la hipótesis, yo enterré a varios en esa tierra maldita y efectivamente volvieron convertidos en zombies. Las segundas y hasta las terceras partes siempre resultaron ser un bodrio, sólo comparable a la mayoría de las secuelas de películas de terror.

Recuerdo a uno en particular que quisiera exponer para argumentar mi teoría. A S lo conocí cuando tenía dulces 16 años. Según indicaba mi “enamorómetro” juvenil, yo lo amaba. Él tenía en ese entonces 19 años y mientras yo aún iba en el colegio, él ya había egresado e iba al Preuniversitario. Vivía solo y soñaba con ser médico. ¡Un hombrón!

Anduvimos un par de semanas. Recuerdo las mariposillas en mi estómago cada vez que nos veíamos o me llamaba a la casa para invitarme a salir. Todo, según yo, marchaba regio, hasta que un día le quise presentar a mis amigas y se negó rotundamente argumentándome que él no estaba para pendejadas. Ahí se acabó todo y creí me iba a morir de amor…. Bueno, así estuve hasta que llegó la siguiente fiesta y conocí a otro chiquillo.

Como sea, durante años, mantuve el recuerdo de S como algo sagrado, como un sentimiento tan profundo e intenso. Y vaya, cómo es la vida, que cinco años después, cuando yo ya tenía 20 y algo, un día suena el teléfono ¡y era él! Sí, él mismísimo. Después de reponerme de la impresión, me invitó a salir y yo le dije que sí de inmediato.

En el trayecto a su encuentro lo recordaba como una especie de Tom Cruise mezclado con Brad Pit, el problema fue que cuando lo vi, me encontré con una combinación de Danny DeVito con Jack Black. Estaba gordo, medio calvo y era feo.

Aún así, pensé que quizás la magia volvería una vez que habláramos o nos besáramos. Fue así que a la fuerza me tuve que acordar que no tenía nada interesante de qué conversar y que más encima era un mal besador. Después de un par de salidas furtivas y medias a la fuerza, le tuve que decir que lo prefería en recuerdos, luego lo volví a enterrar esta vez para siempre.

Creo que los ex son entretenidos como tema de discusión con las amigas, o para alimentar la clásica fantasía de “qué habría pasado si hubiésemos seguido juntos” o “qué haría si volviera a encontrarme con él”, pero más allá de eso, son una ¡verdadera lata!

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