jueves, 15 de julio de 2010

El sin sentido

El sentido de la vida. ¡Uf! Ya, la pura frase es pesada como mil kilos de piedras en una mochila sobre la espalda. Es un concepto tan amplio y también tan manoseado, incluso se ocupa para vender, onda “regalos con sentido”; “organiza una navidad con sentido”.

Curiosamente muchas veces se le vincula a aquello que justamente no tiene ningún sentido, porque para qué hacernos los lesos, ¿qué saca uno tener una navidad con arbolito y muchísimos regalos, súper nice, si mientes, pisoteas a los demás con tal de conseguir lo que quieres, y prefieres estar online que vivir una vida de verdad durante todo el resto del año?

Hoy con una amiga conversaba sobre lo terrible de la falta de sentido en la vida. Azota como fuego en una herida. Yo he sentido esa carencia y es como sentir de pronto que ya no hay ningún motivo por el cual levantarse todas las mañanas, sonreír y peor aún, y creo que esto es lo primordial, para “esperar” para tener esperanzas de que todo cambiará.

En lo personal, yo viví durante mucho tiempo sin sentido. Fue raro ese tiempo, no tenía idea de por qué hacía las cosas y eso abarcaba desde el trabajo hasta mi vida más personal.

Yo, humildemente creo que el verdadero sentido de todo, no está donde la publicidad intenta hacernos creer que está, onda en el mejor crédito, ni en el mejor empleo, ni en el mejor plan de celular y ni siquiera en la mejor propiedad, sino que está en la razón que nos motiva a adquirir todas esas cosas. Siempre digo, da lo mismo la acción, es la intención la que cuenta más.

A veces yo le hallo más sentido a pasar varias horas tejiendo – mi nueva afición – que reventarme el lomo trabajando para poder comprarme algo material y puede que un día le halle más sentido a comprarme un rico berlín para la once que ponerme a pensar en todo aquello que está mal en mi vida.

Creo que al final, uno es quien le da el sentido a la vida.

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