miércoles, 14 de julio de 2010

¡Al carajo!

Me acuerdo cuando tenía unos 18 años y me imaginaba a los 30. En mi proyección de vida, me veía mayor, casada, con mínimo dos hijos, con un súper trabajo y con el mentado sueño de la casa propia ya cumplido siglos atrás. En resumen, me veía con la vida ya resuelta.

Hoy tengo 30 años y físicamente aún parezco de 20 y siempre, jamás he usado traje de dos piezas ni mucho menos me pongo esos tacones de terror tipo ejecutiva. Me casé, pero me separé también, y hoy convivo con otra pareja. No tengo hijos – sólo un canino peludo que me hace muy feliz – hace poco renuncié a lo que se suponía que sería el “súper trabajo”, pero que resultó ser mucho menos que eso, y en verdad el sueño de la casa propia nunca ha sido un sueño para mí. En resumen, poco he podido resolver aún, pero a la vez siento que tengo un millón de nuevos comienzos esperándome.

De esto puedo hacer mil y un análisis sicológicos profundos y sesudos pero ¿saben qué? ME DA LATA, porque aunque para algunos parezca a veces difícil de entender, yo soy feliz.

Claro que tengo mis momentos, como cuando se cuela por mi cabeza nuevamente la imagen que tenía a los 18 sobre cómo sería mi vida a los 30 o cuando se cuela en mi cerebro lo que la sociedad en la que vivo dicta sobre cómo debiese ser – comentario aparte, he llegado a la conclusión de que eso del llamado “reloj biológico” es realmente una joda y una nueva forma de represión femenina. Cuando eso me pasa siempre me hago la misma pregunta, ¿quién es la que vive todos los días tu vida, tú o los demás? La respuesta es obvia ¡al carajo con los demás!

Supongo que hay personas a las que les toca más fácil y que efectivamente a los 30 años pueden tener todo encaminado y resuelto. A ellos los catalogo como los “shiny happy people”, todos conocemos mínimo a uno. Me refiero a esa gente que casi todo les sale bien, que se casan con el amor de su vida y que lo de “hasta que la muerte los separe” es literal, que tienen una linda casita – de esas con una rejita blanca – que aman a todo el mundo pero que por alguna razón alguien los detesta, seguramente por envidia.

Los “shiny happy people” suelen estar ajenos a la fealdad del mundo, a que efectivamente hay malas madres, abusivas y crueles, a que hay hombres que golpean a las mujeres y que incluso las matan, a que hay gente que violan a niños e incluso a sus propios hijos y que duermen tranquilos por la noche y con la conciencia tranquila. Y les digo, si es que este párrafo les pareció “heavy”, probablemente son parte de este conglomerado tan Pink y light, tan nice….

Yo pertenezco a ese otro grupo, a los que saben que todas esas asquerosidades suceden y peor aún, que suceden más frecuentemente de lo que uno pudiese imaginarse. A lo largo de mi vida, he conocido gente bastante perversa, pero por raro que suene, han sido ellos los que han puesto a prueba mi fe y valentía.

Debo confesar que hubo un tiempo que me burlé y detesté a los “shiny happy people”, pero a mis 30, me he dado cuenta que son necesarios y que hasta yo los necesito en mi vida. Y bueno, quizás a mí no me tocó vivir en la casita con la rejita blanca, pero sí puedo decir hoy que, poco a poco he podido ir construyendo mi camino, pintándolo a mi gusto, con mucho esfuerzo, pensando que tal vez, sólo tal vez, mis hijos y los hijos de mis hijos puedan habitar esa casita con la rejita blanca.

No hay comentarios: