martes, 20 de julio de 2010

Marley: el súper perro


Llegamos hasta Marley un domingo 17 de mayo tempranito en la mañana. Luego de darle, muchas vueltas en mi cabeza respecto a si tener o no a un perro, me decidí, así es que partimos hasta un mall pituco donde sabíamos que había una jornada de adopción de perros rescatados de un centro de tortura canina en Lampa (que se hacía pasar por un refugio de perros).

Dimos una vuelta por ahí, y con desazón me di cuenta que no podía llevarme a ninguno de los que quedaban por adoptar, ya que eran demasiado grandes y yo vivía en un departamento. Además, quería tenerlo desde cachorro y todos los canes tenían sobre un año.

Sin embargo, J, vio que en la entrada estaban regalando otros cachorros. Yo tomé a una negrita, bien gordita, pero algo tímida y él tomó al Marley, quien lo miró y le lamió la cara mientras movía su colita de un lado para otro. Acto seguido, lo tomé y me hizo lo mismo. Ese día, Marley nos eligió como sus papás humanos.

Según me contaron, su corto pasado canino indicaba que su madre perruna era callejera y lo parió a él y a su hermano (que ya había sido adoptado) en una casa abandonada. Pero estaba demasiado enferma, para cuidarlos y seguir viviendo. Una señora pirula y de buen corazón, se apiadó de los cachorros y los decidió regalar.

Marley cambió mi vida y el sentido de ella también. Cada día aprendo más de él y de su fabulosa capacidad de amar. Porque él ama sin esperar nada de vuelta, él ama sin rencor, él ama sin condiciones y sin importar si eres bonito, o si tienes un regio trabajo o una linda casa, él ama porque simplemente existes para él.

Sólo quienes han tenido o tienen un perro pueden entender el vínculo que se forma con un compañero canino. Recuerdo que alguien de corazón poco generoso alguna vez me dijo que parecía que yo estaba “enamorada” de Marley, por mi constante preocupación, por mi cariño.

La connotación que esa persona le dio a su particular juicio fue, por decir lo menos, grosero y poco humano. Porque sí, estaba y estoy enamorada de Marley, y a mucha honra, así como estoy enamorada de lo lindo de la vida, del verano, de la gente buena, de las acciones nobles.

Marley es mucho más que un perro para mí, es mi talón de Aquiles. Él me salvó y me sigue salvando todos los días. Él es símbolo de todo lo hermoso y noble de mi relación de pareja, que por conflictiva que pueda parecer a veces, “engendró” este canino bello.

Marley me ayudó a enterrar para siempre y en buena hora, la idea que tenía en mi cabeza – también validada por otros - sobre mis supuestas incapacidades maternales, mi supuesta incapacidad para hacerme cargo de otro ser que no sea yo, mi hipotética incapacidad para amar sin miedo, con entrega y compromiso. Yo amo a Marley, aún cuando duele, porque sé que él no vivirá para siempre.

De hecho, después de ver por segunda vez “Marley y yo” (película que inspiró su nombre) y romper en un llanto incontrolable al final, decidí no ver más películas de caninos que mueren.

Sin embargo, hay un cortometraje sobre la relación perro – humano que sintonicé hace un tiempo en VÍA X, que resume todo esto, que. Se llama “Todo sobre mi perro” y les pongo el link, lloré de principio al final, y sólo espero que Marley en su momento final pueda decir o sentir lo mismo que “Marimo”.

Véanlo!

http://www.youtube.com/watch?v=NTMYdIAVQe0

1 comentario:

Anónimo dijo...

El amor nos une para siempre. Si algún día Marley no está físicamente, nada podrá separarte de él. y has mérito mira que todos los perritos se van al cielo!