martes, 20 de julio de 2010

El divorcio sigue siendo un pecado


No sé si me pasará a mí no más o qué, pero a todas las entrevistas de trabajo que he tenido post separación, una de las primeras preguntas que me formulan está relacionada a mi no existente vida marital.

- “¿Estás casada?”

- “No, separada”

- ¿En serio? ¿A qué edad te casaste?

- “A los 24”

- ¡Súper joven! ¿Y cuánto duraste?”

A esas alturas de la entrevista ya estoy sumamente incómoda y media dormida, porque mi separación no sólo es etapa superada, sino que también huele a naftalina.

Y lo peor está por preguntarse en todo caso.

- “¿Tienes hijos?”

-“No”

- (Suspiro de alivio)

Es como si se dijera “Bueno, se separó, pero por último no tiene hijos, punto a favor”. Esta situación me ha pasado varias veces. Incluso alguna vez, una jefa de recursos humanos, que más parecía de la SS, me preguntó la razón de mi separación, como si yo le fuese a contar mis intimidades a ella, una total extraña sólo por obtener un empleo.

Aprendí que mi respuesta políticamente correcta debía ser “Me casé muy joven, pero esa experiencia me ayudó a madurar”. Con esto, logro que no me pregunten más estupideces y que podamos seguir con las preguntas realmente importantes.

Es raro, pero siempre se habla del famoso empoderamiento de las mujeres, de la equidad de género y nos llenamos la boca balbuceando que hoy todas podemos hacer lo mismo que los hombres, sí ¡seguro! Porque hasta donde yo sé a ningún hombre le preguntan si es divorciado o si es papá de trillizos o si vive solo o tiene dos amantes.

Recuerdo cuando recién me separé. Mi ex se fue de la casa y yo seguí (hasta hoy) viviendo en el mismo lugar. Nunca se me olvidará la cara de reprobación de los mismos conserjes del edificio, cada vez que volvía de noche o llegaba con alguna amiga o peor aún, cuando iba a algún amigo a visitarme. Incluso uno tuvo la desfachatez de preguntarme qué es lo que había pasado con mi ex, que hacía tiempo que no lo veía. Yo, la tonta, le di las explicaciones del caso, siendo que debí, responder que lo había asesinado y enterrado debajo de la alfombra de mi living. ¡Imbécil!

Esa época fue dura. Porque mientras juraban que estaba viviendo “la vida loca”, entre ellos mi ex que aún debe creer que estoy de luna de miel en Hawai, yo me deshacía llorando todas las mañanas, tardes y noches. Y no porque lo extrañara, sino porque independiente de todo eso, duele acabar con una relación, más aún con un matrimonio, duele tener que reconstruirlo todo, y como si eso no fuese suficiente, porque más encima tienes que tolerar al mundo apuntándote como si fueras una “bitch”, una mujer con colmillos, desequilibrada y mala persona. ¡Cómo haces sufrir a ese hombre que fue tan bueno contigo! ¡Mala mujer!

Me sentí así, como una “yegua”, durante más tiempo de lo saludable, era como que si no merecía que nadie me quisiera, no merecía pasarlo bien, creo que incluso creí que era justo que me sintiera así. Y tuvieron que pasar por mí varias sesiones con mi sicóloga estrella, para que pudiera entender de que yo no era culpable de todo.

Pero hay algo que rescato de aquella época oscura y eso es que en ese tiempo, descubrí quiénes eran mis verdaderos amigos. Si bien quedaron bien pocos, ellos, sin importar la razón de la separación, me apoyaron y estuvieron ahí, siempre. No me hicieron muchas preguntas y sólo me blindaron en silencio. Mis padres, a su modo, también estuvieron ahí por mí. Son los incondicionales.

El resto, desapareció, pero me alegro que haya sido así. Incluso tuve que soportar que durante los dos años siguientes los amigos – matones de mi ex me hicieran la “ley del hielo” en el trabajo seguramente también hablando pestes de mí a mis espaldas.

Jamás olvidaré cómo una amiga del alma, literalmente me levantaba del piso, mientras yo, lloraba como una mujer poseída. Y tampoco olvidaré cómo mi actual pareja me tomó en sus brazos y me sujetó fuerte en medio de la tormenta, aún cuando yo le pedía a gritos que me dejara sola, que se fuera de mi vida, que no lo necesitaba. Sin ellos, jamás hubiese podido seguir y quizás, sólo quizás habría cometido la locura de seguir casada a una mentira.

Supongo que jamás comprenderé qué relación hay entre una entrevista de trabajo y el hecho de ser divorciada o madre soltera o amante, o cualquier tipología barata que se le puede dar a una mujer.

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