lunes, 29 de agosto de 2011

El misterio del amor


No lo entiendo, les juro que por más vueltas que le doy, no lo entiendo. Incluso mientras más pienso en este sentimiento, más me confundo y en vez de tener respuestas me asaltan más preguntas. Y ahí me quedo, con cara de pregunta.

Ayer hice lo que había anunciado que iba a hacer. Fui hasta su casa y paré en su puerta con mi “Power point” mental, tal como él lo definió y lancé todas las cosas en que había logrado pensar y concluir durante este fin de semana. Dije todo lo que tenía que decir y quizás más.

Lo besé y abracé todo lo que tenía que besar y abrazar y quizás más. Yo lo amo, como se aman esas cosas hermosas que te suceden en la vida, que te hacen crecer y aprender. Lo amo como aquella certeza que nace y se afianza en el corazón.

De todos modos, me pidió los días restantes, (hasta mañana o pasado mañana) para aclararse bien. Hay una parte de mí que indica que todo va a estar bien, que va a querer seguir un camino juntos, pero una pequeña molécula desgraciada de mi cuerpo me advierte que existe la posibilidad de que él se va sobrepasado por todos estos sentimientos y sienta la necesidad de darle un stop a nuestra historia, supuestamente por el bien de los dos.

Como sea, estoy mucho más tranquila que antes de hablar con él, me siento más segura y pienso, con mucha humildad, de que si decide irse, se pasa de leso, porque conmigo lo puede tener todo. Ya no puedo hacer más por convencerlo.
Igual, ayer entre besos y arrumacos me dio la sensación de que no estaba todo perdido. La química que hay entre nosotros, esa cosa de piel es tan potente que siento que podría derribar montañas. Él me toca y enloquezco, yo lo toco y él pierde la cordura…. Eso no se da dos veces en la vida, ojalá él no tenga claro, porque yo sí lo sé.

Entre los dos hay fuego, ese fuego que se enciende con sólo vernos, con sólo hablarnos. Y eso es un hecho objetivo. Y ese fuego existe no de manera independiente, sino que es resultado del cariño, la confianza y de las ganas de estar juntos. Tengo la certeza clavada en el alma que difícilmente podremos volver a sentir eso por alguien más, en esta vida por lo menos.

No queda más que esperar. Esperar en verdad unas horas más (me alivia más que sacar la cuenta en días). Yo también necesito que él tenga la certeza. Y creo haber visto destellos de ella ayer cuando lo miraba a los ojos, sin miedo.
Curioso ha sido este camino hacia el amor, hacia volver a amar. Yo, que nunca tuve mucha fe en una vida de a dos. Yo, que siempre he tambaleado entre la duda y el miedo de entregar mi corazón de nuevo. Hoy me encuentro con el corazón en la mano, más sincera que nunca, sin personajes ni máscaras entre medio.

Es como si la vida me gritara ahora, me obligara a definir bien qué es lo que quiero. Ese es el camino que debo tomar ahora en todo aspecto, tanto en el amoroso como en el laboral. Me he dado cuenta que ya no quiero nada tambaleante ni a medias, quiero establecerme en algún lugar, quiero certezas.
Todas las células de mi cuerpo me dicen que él es mi pingüino. Y que cualquier otra decisión va a ser un error. Pero… habrá que espera a ver qué pasa.

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