lunes, 28 de marzo de 2011

Tú, otra vez


Uno de mis pecados capitales es la soberbia. Soy bien orgullosa, especialmente con quienes me han hecho daño. Me cuesta perdonar, cuando el daño ha sido grande y a veces irreversible.

Supongo que tiendo a pasar la cuenta, aún cuando digo que perdono, aún cuando creo que de corazón, que lo hago, no es que me haga. Pero la soberbia es una mala compañía, yo lo sé, por eso cuando mi hermana me llamó ayer temprano y me dijo en un tono tipo ruego “¿te puedo pasar a ver?”, fue como un patada en mi corazón. Me sentí así, soberbia, altanera, independiente de lo mucho que ella la haya cagado conmigo. Supongo que eso no me da el derecho a ser así tampoco.

Así es que no lo pensé dos veces y le dije, que claro, que nos viéramos hoy, a pesar que entre nos, no estoy emocionada con volver a verla. Sé que suena feo y no sé, hasta políticamente incorrecto, pero así lo siento. Creo que pasa porque me estreso cuando nos vemos, porque creo que puede decir cualquier brutalidad o que yo también puedo lanzar cualquier atrocidad.

Bueno, como sea, creo que hice lo correcto, o sea, fui inspirada a contestarle el teléfono y a decirle que nos juntáramos, por esto de hacer lo correcto, de lo contrario, seguramente habría salido arrancando. Bueno, ganas no me faltan.

No hay comentarios: