jueves, 31 de marzo de 2011

Esa queja masculina


Debido a que en el último tiempo he escuchado demasiadas veces de parte de hombres distintos (muy distintos entre sí) la misma queja en contra de nosotras, decidí escribir una entrada sobre esta problemática, porque chiquillas, parece que hay algo que estamos haciendo mal.

He escuchado frases como “es que ella es muy dependiente de mí”, “soy el centro de su universo”, “no me deja tener mi espacio”, “es demasiado celosa”, “es que no tiene nada más que a mí”, “no tiene amigas”, “es acaparadora, a veces”, “me ahoga, porque me quiere ver todos los días”, “no me deja hacer mis cosas”, y un largo listado de etcéteras.

Y sé que estamos hablando de mujeres inteligentes, guapas en muchos casos, profesionales, independientes económicamente y no de huasitas que nunca han salido de su pueblo (con mucho respeto a las huasitas que no han salido de su pueblo).

Una vez alguien me dijo por ahí que cuando nos poníamos así, de inmediato perdíamos el brillo, esa cosa erótica, nos convertíamos en una lata, y bien sabemos todos y todas que nadie quiere estar con una lata.

Creo que todas hemos cometido algunos de los actos denunciados anteriormente. Recuerdo específicamente cuando estaba casada (a mis tiernos 20 y tantos) me “molestaba” que por ejemplo, yo estuviera viendo tele en la pieza y H (mi ex marido) estuviera pegado en la otra pieza viendo Internet. O sea, un rato estaba bien, pero no tantas horas. Supongo que me daba lata que no estuviera pendiente de mí, porque no era de desconfiada, era de mimada.

Supongo que nosotras, en nombre de la feminidad, nos escudamos en esto de andar de mimada por la vida o haciendo pataletas. Y claro, los hombres a la vez, vienen con un gen que les indican que así son las minas (a veces lateras y pendejas) y que hay que aguantarles la lesera hasta que se les ordenen las hormonas. Pero igual después andan pelando, en buena, en mala, como sea, pero se andan quejando.

Yo creo que todo parte de esta idea heredada que debemos centrar nuestra vida en la pareja, en la familia. Pero es un grave error, porque si no está “él” nos quedamos sin nada: sin panorama, sin felicidad, sin arrumacos, y porqué no decirlo, hasta sin amor propio, como si siempre dependiere de otro, el que nos queramos o no.

A mi me ha costado un mundo esto de no ser “acaparadora”, que más quisiera yo que su mundo girara a mi alrededor, y lo digo aún sabiendo que eso no funciona a la larga, que agota y que hace mal, pero igual no más, eso de sentirse poderosa y en control, es como una droga.

Una droga que hay que evitar para dar paso a los espacios ajenos y al propio. Hoy, ya no necesito ver a M todos los días, estar pegada como lapa o esperarlo para hacer algo que yo quiero o me gusta hacer. Y no significa que no lo quiera o que no me guste o que no lo pase bien cuando estamos juntos, todo lo contrario, pero ya sé que hay que darle aire a las relaciones, independiente si son de una semana, un mes o de 10 años.

No es fácil, para nada y todavía se me arranca para el monte esa niña Hitler que todas llevamos dentro jjajajaaj, pero por lo menos ya la tengo plenamente identificada y la mantengo a raya.

No hay comentarios: