martes, 1 de marzo de 2011
Completos extraños
Nunca deja de sorprenderme cuando alguien me cuenta que lleva 10, 15, 20 o más años de matrimonio o en pareja. Como que me impacta que dos personas puedan literalmente compartir prácticamente una vida completa, con todas sus transformaciones y cambios, porque vaya que uno cambia y cambia la vida en una o más décadas. Es cosa de ponerme a pensar quién era yo hace sólo unos cinco años para darme cuenta que uno va evolucionando y bueno… también involucionando.
¿Cómo es que una pareja logra sobrevivir entre tanto camino nuevo, transformaciones, crecimientos y crisis? Bueno, aunque suene algo pesimista, la verdad es que aún estoy esperando conocer a aquella pareja lo logra de verdad y no sólo aparentemente.
Conozco a muchas parejas, con y sin libreta, y claro, han estado juntas durante varias décadas, se han visto las caras en las buenas y en las malas, han despertado juntos casi todas las mañanas durante ese tiempo, algunos incluso han formado familia, pero, la gran mayoría pareciera considerar al otro como un extraño del que poco sabe y lo que es peor, poco interesa saber. Heavy.
Lo veo en mis padres, que sé que se quieren, pero tanto bache en el camino los ha roído, les robó los cariños y arrumacos (si es que alguna vez hubieron), las palabras bonitas, el amor tierno, dejando en cambio una relación forjada por el cariño, por la comodidad y la costumbre, por el “ya llevamos muchos años juntos para separarnos”. Yo, por ejemplo, no me atrevería a preguntarles a ninguno de los dos que si tuvieran la posibilidad de volver al pasado, si es que se casarían de nuevo. Me da miedo la respuesta y la verdad es que en este caso, prefiero la duda.
Miro un poquito más allá y me encuentro con lo mismo, personas que si bien han pasado años juntos, que han formado una familia, en verdad hoy son completos extraños. Se acaban los aniversarios, los besos, las palabras de apoyo, se acaba el compañerismo, la complicidad, se acaba el amor de a dos.
Yo no juzgo porque nunca me ha tocado estar tantos años con una pareja, mi experiencia más cercana fue cuando estuve casada y viví con el que fue mi esposo, durante dos años de corrido. Ahora, si bien fue una relación marital de corta duración sí puedo testificar que él jamás me conoció ni se dio el tiempo de conocerme, decidió (sin mala intención, estoy segura) aferrarse a esa imagen que tenía de mí, puesta en un altar que me quedaba grande. A la vez, yo desconocía detalles básicos de él, como por ejemplo, cuánto ganaba, o qué es lo que menos le gustaba de su pega. Tan poco lo conocía que todos los cumpleaños y navidades era un suplicio porque nunca sabía qué regalarle. Jamás se me va a olvidar cuando una amiga una vez me dio dos alternativas para obsequiarle y yo no me pude decidir por ninguna, porque no tenía idea, ¡ni cerca andaba!
Supongo que nuestra relación llevada a 10 años después habría resultado un Frankestein sin pies ni cabezas, donde cada uno habría hecho lo que se le diera la gana y sin importarle en qué estaba el otro. Pero me escudo que era pendeja y no sabía lo que hacía.
Supongo que debe ser súper triste un día cualquiera despertarte y mirar para el lado y encontrarte acostada ( y lo que es peor, comprometida) con un personaje desconocido, que ya ni te gusta. Y me da miedo, porque pasa y ¡harto!
Me pregunto qué es lo que yo podría tener de especial para que aquello no me pase a mí también. No tengo súper poderes ni capa de heroína, supongo que lo único que tengo es conciencia, fe y voluntad de que eso no suceda.
Anoche M fue a mi casa de sorpresa y de puro lindo en verdad. Hablamos, hablamos, hablamos toda la santa noche. Hablamos de nuestras historias pasadas, de algunas penas, de amores y desamores, de relatos truculentos, de otros más serios. Me habló sobre sus enamoramientos de infancia, de la primera niña que le rompió el corazón, de la primera vez que él le rompió el corazón a alguien…. Yo le conté acerca de mi primer lento, de mi exótica historia en la plaza y mi primer beso, de los abandonos de terceros, de lo lindo y doloroso que es vivir.
Y me pregunto, de todo corazón, si estas ansias por hablar y por conocer al otro que hoy tenemos y sentimos, algún día irán a desaparecer con el letargo del tiempo, si habrá algún punto en que ya no queden ganas por contar más historias… cruzo los dedos para que no sea así.
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