lunes, 14 de marzo de 2011

El pasado


Es como escuchar un pito constante en el oído, como un peso extra en la espalda, ya casi inaguantable. Es como caminar en círculos, pero aferrada a la esperanza que igual se va a llegar a algún lugar distinto, es encontrarse parada una y otra vez sobre la misma roca sin saber cómo nuevamente se llegó ahí. Es impotencia, tristeza, es cansancio.

Hay días en que hago mucho ruido, hablo hasta por lo codos, cuento y escucho miles de historias, en que me río a carcajadas y que no puedo parar. Hay días en que tengo respuesta para todo y si no me la sé, me la invento, que tengo teorías para cada cosa, que tengo fe.

Y hay días como hoy que ando muda, en mi propia versión “Mute”. En días como hoy siento que si no tengo silencio, si alguien me empieza a hablar mucho o me hace demasiadas preguntas, voy a colapsar. Y así transito, callada y ausente, porque a pesar que estoy, como todos los días, en realidad me encuentro en otra parte, lejana, distante, y sin habla.

Siento que hoy no tengo nada qué decir, nada qué aportar en la vida de otro. Por lo mismo, prefiero estar callada. A pesar de esto en mi cabeza hay un ruido espantoso, llego a marearme, que esto, que lo otro, que pasó esto, que lo otro, que qué es, qué significará, que me duele, que no lo soporto, que pasó hace tanto tiempo, que hay que soltar, pero no puedo, que quiero avanzar, pero estoy atascada, etc etc etc.

Supongo que en el pasado todos hemos hecho algo de lo que no estamos orgullosos, algo de lo que más tarde que temprano, o más temprano que tarde, nos arrepentimos y terminado pidiendo perdón a la otra persona, a uno mismo, a Dios o a todos los anteriores.

Pero cuando se está al otro lado de la moneda, cuando es una la dañada y a la que le tienen que pedir perdón, pucha qué parece difícil que un simple “disculpa, me equivoqué” sea suficiente.

Supongo que es normal, pero yo empatizo con todos aquellas personas (hombres o mujeres) que han padecido dolores similares a los míos. A veces esta empatía aparece aún cuando ni sé quiénes son y me cuentan una historia, a veces esta empatía se traduce en rabia y en enojo. Y ahí me quedo con eso, masticando la rabia que es ver cómo a veces el dolor propio no es tomado en cuenta, al estilo “pero si no le hicimos nada”.

A mí él tampoco me hizo “nada”, y de pronto pareciera que hubiese sido necesario que me hubiese hecho “algo” para que alguien validara toda la pena, el abandono y la rabia. Ya, eso no más que no tengo nada más qué decir.

No hay comentarios: