lunes, 4 de octubre de 2010

Conexiones


No creo en las coincidencias ni en el azar, pero tampoco soy una creyente que toda nuestra vida está predestinada desde el primer respiro. Supongo que pienso que la verdad y las respuestas están en el medio. O sea, tenemos un destino, pero eso no quiere decir que somos víctimas de él y que no podemos hacer nada para cambiar el rumbo de las cosas.

En mi vida se han repetido varios episodios de manera casi increíble. De hecho, las cuatro personas más importantes de mi vida, que he conocido en el camino o con quienes mantengo hasta hoy una hermosa amistad, tienen heridas parecidas, dolores sorprendentemente semejantes.

Esas penas las he ido descubriendo con los años y a la vez tienen relación con mis propias vivencias. Lo curioso es que no son amigos entre ellos, sino que yo soy el factor común de estas historias, ¿cómo tanta coincidencia? Yo no lo creo.

Y, como siempre, tengo una teoría. Yo, sinceramente no me caso con ninguna verdad, pero estoy pensando que el habernos conocido no es por el azar, sino que estuvo predestinado, y que hay un fin para esto: para que en esta vida resolvamos todo aquello que nos duele, que terminemos con algunas historias de horror que seguramente nos vienen siguiendo desde hace muchas vidas.

Sé que suena cosa de locos, y hasta me cuesta explicarlo claramente, pero tengo la corazonada que tiene que ver con esto de las reencarnaciones. De hecho se supone que uno va aprendiendo a ser mejor persona vida tras vida. Sin embargo, cuando no aprendemos las lecciones, nuevamente en la vida que sigue nos vemos enfrentados a los mismos dilemas y así,hasta que entendamos….

También el otro día leí que a veces pasa que cuando se hacen juramentos en una vida, estos nos persiguen por siempre hasta que aprendemos a liberarnos de ellos, como promesas de venganza, o juramentos de odio o de desamor, por eso siempre tengo cuidado cuando lanzo cosas al viento, las auto profecías son increíblemente poderosas.

Si bien todo esto es confuso, hace unos meses, tuve la claridad suficiente para saber aquello que pocas personas saben en sus vidas: su misión en este planeta. En medio de lágrimas y sintiendo un profundo dolor supe que mi tarea en esta vida es enfrentar lo más sanamente posible esa pena negra y esa rabia sorda que llevo conmigo desde que tengo 15 años, un poco por mí, pero principalmente para que mis hijos, para que los hijos de mis hijos y para que todas las generaciones que vienen no tengan que repetir una historia de abuso por la que yo pasé y por la que otras mujeres de mi familia también pasaron.

Porque es increíble como este tipo de historias se van repitiendo, pareciera que fueran casi una herencia. Este descubrimiento lo hice cuando en una sesión de terapia como tarea tuve que dibujar en papel craft mi árbol genealógico, tarea no menor. Ahí con mi terapeuta – mujer increíble y sabia – nos dimos cuenta cómo la edad de 15 marcó a las mujeres de mi familia. Heavy, da para otro tema.

En fin, cuando me di cuenta de la conexión que yo tenía con estas cuatro personas, me puse a llorar, un poco por pena y un poco por emoción, porque creo que nos juntamos en esta vida para acompañaros y ayudarnos en esa dolorosa travesía que implica enfrentar el dolor y perdonar.

Perdonar…. Aún esa palabra me suena tan fría y lejana, pero por lo menos hoy ya no me levanto todas las mañanas tan enojada, hoy me levanto contenta y con mucha, pero mucha fe, “todo va a salir bien”, me digo siempre.

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