jueves, 23 de diciembre de 2010

Wonderworld EIBICI UAN


Me carga la gente pituca y siútica para más remate. Me cargan las minas que dicen (con una especie de odioso grito) “¡Gaia!” porque no son capaces de modular la doble ele, que debe ser considerada C3. Me cargan las minas que encuentran todo lo que es de Plaza Italia para abajo “rasca” y que la ropa de Patronato es última, siendo que cada vez que voy para allá está llena de cabras chicas del sector oriente y que existe un Patrolais, no estoy bromeando, en serio que existe, y con ese nombre en Vitacura.

En el último tiempo he tenido de manera forzosa (mi trabajo queda al lado de un shúper (no súper) mall de arriba) nadar entre medio de estas especies. Muchas veces me siento como un atún en un acuario de puros peces tropicales, pero intento vaipacear (qué flaite este concepto, me encanta) esa sensación con humor.

Igual, debo confesar que he debido tragarme mi orgullo de chica de jeans, condoritos y poleras con dibujos y colores estrambóticos, para poder mimetizarme un poquito en este acuario eibiciuan. Por lo que antes de entrar a trabajar, mi madre – mi personal shopper top – invirtió unos cuantos pesos en mi nueva imagen de chica editora de una revista creada para cuicas.

Y parece que me mimetizo un poquito, porque hay gente que piensa que soy cuica o “ABC1”. De hecho, me lo encaró una compañerita con dilemas de esa especie y yo con humor le dije “¿ABC1? Eso no es lo que dice mi cuenta corriente” jajajajaaj, lo que es peor, eso fue en serio!!!!

Nunca he sentido complejos de clase social, no me interesa pertenecer a más arriba ni a más abajo, me gusta el medio, no tengo aspiraciones sociales y me meto por buena parte cuando alguien me dice que vive en tal o cual comuna ¿qué me importa a mí?

Pero no puedo dejar de mirar con sarcasmo algunas cosas chistosas, como este cuadro de ejército de rubias (reales, esas sin raíz) que andan juntitas en el mall, que comen comida chatarra porque son rebeldes, pero que andan cargadas de paquetes de la tienda Zara.

Un día en el patio de comidas, recuerdo que me iba a sentar en un lugar y apareció una señora que se me adelantó y me dijo “está ocupáo” (acento en la A, por la papa en la boquita). Yo quedé, ahí, mirándola perpleja con mi bandejita en la mano, Y luego en silencio me di la media vuelta. Supongo que la educación no tiene nada que ver con plata, y ella es un claro ejemplo.

Ojo, no es que sea resentida social y que me cargue la gente con plata, ¡no! Yo admiro bastante a quienes han logrado cosechar fortunas, generalmente se trata de personas inteligentes. Pero me carga el arribismo. He conocido personas con dinero que si no supieras que tienen tanto, jamás se te habría pasado por la mente que es así y también me he topado con personas que no paran de hablar de marcas y de puras hueás y que generalmente no tienen donde caerse muertos.

La gente súper hiper light continuada (uno puede ser superflua, pero no todo el rato) y derechamente gueona me da sueño. Y no estoy hablando de ser intelectualoide (me cargan esa gente también) si no de ser alguien capaz de tener un tema de conversación interesante más allá de la tele, los famosos, lo último en belleza, moda, o sea, a mí también me gustan esos datos, pero creo que tengo más que decir que eso, todo en su contexto.

Acá, por estos lares, se da bastante esta cosa de clase social, da para una teleserie tipo Los Subercaseaux v/s los López. A veces me siento como en la época de Carrera, O’Higgins, onda… “no, tú eres de clase elite, en cambio yo (léase como sho con tono penoso) soy del pueblo y no tengo qué comer…" y ojo que también se da a la inversa “Tú eres del pueblo, qué latita gaia, hello! No puedo hablar contigo, em, gordito ¿me llenó la Toyotomi?”. Dios, no lo aguanto.

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