martes, 31 de mayo de 2011
Impulsos
Hoy me siento como la reina de las gueonas jajaajaj. Sí, supongo que todos nos hemos sentido un poco así alguna vez y a mí me tocó pasar el último día del mes, así.
Fuera de broma, me siento mal, creo que la cagué, como que metí la patita no a fondo, pero un poquito, como que estuve tentada en meterla a fondo, liderada obvio por estos impulsos demoníacos de mala onda y rabia que a veces me poseen. Es falta de sabiduría, claramente, pero estoy media cansada de ello.
Ayer me tocó sesión para tratar mi coco. Y ya hablando con mi sicóloga andaba media malas pulgas, me empezó a dar rabia el tener que hablar de algo que creo que nunca he hablado: la relación con Paris, cómo me hace sentir a veces o como yo me siento alrededor de ella a veces.
Me dio rabia que en un inicio ella no comprendiera que era para mí difícil el contarle a mis papás que estaba pololeando, tuve que entrar a dar detalles nefastos, sobre cómo ellos, principalmente ella, siempre logra echarme para abajo mis relaciones afectivas con comentarios sutiles pero muy efectivos, tanto que a ratos pareciera que me los creo. No voy a dar detalles de esos comentarios, porque me vuelve la rabia.
Salí de terapia algo silenciosa. Luego di una vuelta por ahí y llegué a casa echándole la foca a mi amiga P, porque me había puesto el pestillo en la puerta. Creo que ahí, en ese mismo instante, debí ponerme el piyama e irme a dormir. Pero no, quería guerra. Así es que le dije a M que nos conectáramos y bueno, todo bien en un inicio pero a medida que fue avanzando la conversación y que fui entrando en detalles de esto con Paris me fui de nuevo emputeciendo.
Emputecida con él por sus rollos y aquello que aún no logra superar, emputecida con mi amiga por lo del pestillo y emputecida conmigo por estar emputecida. Genial. La mezcla derivó en pura mala onda y puros “en fin” míos que sé que le molestan, porque los ocupo justamente cuando quiero dar final a una conversación o a un tema.
Hasta que dejó de hablarme y ahí apareció la gata engrifada, al estilo “Ya, ¿vas a seguir hablándome o no?”. Y él “Me dio sueño, voy a dormir”. Lo cual evidentemente era mentira y era un forma de apagar el fuego, pero claro.. no con agua jajaja, sino que con bencina.
¿Mis últimas declaraciones? “Ya, chao”, y me desconecté y me fui acostar echando pericos. Me duró unos 15 minutos hasta que me calmé y lo llamé. Pero no contestó. Lo llamé varias veces y nada, le mandé mensajes de “perdón”, nada. Y ahí me di cuenta que la había cagado.
Estuve la noche pensando en muchas cosas, dándome vuelta para un lado y otro. Logré dormir, pero a ratos no más y tuve dos sueños. Uno relacionado con la pega (yo creo que más que premonitorio, era más bien compensatorio, como me explica mi amiga P), en fin, pero el otro era con M.
Soñé que estaba en su casa. Estaba todo patas para arriba, todo desordenado. Había luz de día, mucho sol. Miraba por la ventana de su living. Y fue ahí que desperté con la sensación de que eso es lo que tengo que hacer. Por lo que voy a emprender vuelo rumbo a su casa, sin previo aviso, lo que lo hace más adrenalínico, romántico, pero obviamente aterrador jajajaj.
Esto es toda una estrategia, calcular hora, tiempo, primeras palabras. Esto es otro de mis impulsos, uno más positivo que el de ayer y claro, esta vez me toca a mí tragarme el orgullo y no acordarme de que no me quiso contestar el teléfono ni contestar los mensajes ni devolverme el llamado ni dar señales de vida hasta ahora. Uf! Ok, me lo trago, me lo trago.
Va a quedar para adentro!! Ojalá que sea un para adentro bueno y no para adentro ¡qué haces acá, fuera! Jajajaaj. Igual respiro hondo, porque mi lado más inseguro me hace pensar que cagó todo, y eso es prácticamente imposible. Pero en mi cabeza de coco, lo visualizo igual y me entra el miedito.
Ahora, está la posibilidad de que vaya y no esté (poco probable por el horario en que voy, pero nunca se sabe las cosas del destino) o lo que es peor, que esté y no quiera abrir o que esté y no escuche el timbre o qué sé yo. Esto es realmente multifactorial. Puede que esté también y tenga miles de cosas que hacer y no sé, pero yo voy a una sola cosa: a decir lo siento, que me perdone y a ver cómo está, porque me tinca que le dio un soponcio de esos grandotes anoche, me siento incluso media culpable. Vamos a ver cómo me va.
Podría hacerla más fácil y más corta y llamarlo de nuevo o mandarle algún mensaje o esperar llanamente a que él aparezca, pero algo me dice en mi corazón, que no, que hoy hay que actuar, esto fue lo mismo que sentí cuando esa tarde llegué hasta su casa sin recordar si quiera jajaja cuál era el número de su departamento, hoy por lo menos voy mejor equipada, ojalá lo tome bien.
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