miércoles, 4 de mayo de 2011
Explicación del huevo rosado…
Para los que quedaron colgados con mi título (mi huevo rosado), no temáis, no es que me haya vuelto loca (por lo que no menos aún no soy clínicamente declarada demente). Es sólo parte de un sueño premonitorio de hace unas noches.
Soñé que me encontraba con un huevo rosado y me parecía tan increíble y fascinada con mi descubrimiento se lo mostraba a mi mamá.
El huevo representa por obviedad el inicio de algo, la gestación, el nacimiento de algo, un cambio. Y el rosado, obviamente es el color de la feminidad.
Curiosamente el sábado algo me impulsó a contarle a mi madre sobre M y nuestra historia. Y ella, me escuchó y no me juzgó, (cosa rarísima), al contrario, sentí apoyo. Ese es mi huevo rosado, ese el huevo rosado que le mostré a mi madre. Y siento que el haberlo hecho significó y significa muchas cosas…. Muchas más de las que incluso me doy cuenta hoy. Me siento bien con esa decisión, fue una buena decisión, aún cuando eso me implica el tener que responder a sus preocupaciones y revelarle que nos dimos una segunda oportunidad.
Otra novedad es que fui a terapia a regañadientes y varias otras verdades me fueron reveladas. También hubo advertencias no muy buenas, y otras conclusiones más alegres. Respecto a las advertencias, me limito a contar sólo que mi terapeuta me comentó si sentía que no podía controlar ciertos impulsos míos (esos negativos) íbamos a tener que recurrir a la amiga pastilla.
Sí, pastilla. Empastillada, la pastilla de la felicidad, aquella que hará que me haga preguntar más de una vez si hacer o no hacer tal cosa que sé que me hace mal o que es un error. Pero una de mis características es mi impulsividad. Soy así, llego y hago y sé que eso no es siempre malo, a veces mis impulsos me hacen tomar notables decisiones, pero a veces (como lo del Plan B) hace que yo la cague. Y la cague en mala. En fin.
Sólo puedo hablar por hoy, porque decir que estoy la raja, sería muy precipitado. Pero hoy por lo menos tengo una claridad que hacía tiempo no tenía y necesitaba con urgencia. Tengo claro mis sentimientos y cuáles son aquellos con los que me tengo que quedar. Tengo claro que M me quiere y que soy importante para él, que las definiciones o nombres que uno le pueda dar a un sentimiento o a una relación son intrascendentes, que lo que realmente es vital son los sentimientos y la relación.
Porque por mucho tiempo cometí el error de no valorar lo que teníamos, de siempre tacharlo de “sin forma” de “no estable” de “no formal”, de no ver el apoyo real que él me daba cuando yo ni lo pedía, de la oreja que me prestaba para que yo le hablara hasta la saciedad de mis rollos, de los abrazos que sí me dio, de lo lindo que teníamos (tenemos), de las risas, las anécdotas…
No sé cómo se me pude olvidar todo eso. Aún me lo pregunto. Mi postura ahora ya no es “es que necesito que tú”… “es que no estás cuando yo te necesito”… a partir de ahora, todo cambia, a partir de ahora ya no quiero sentir la “necesidad” de necesitarlo, sino que tan sólo el querer su compañía, el querer que los dos caminemos tranquilos, sin prisa, sin mirar el reloj, sin preguntarnos y cuestionarnos mil cosas mientras lo hacemos, porque es justamente eso lo que nos hace olvidar lo fundamental.
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