viernes, 9 de septiembre de 2011

Dar con el corazón


Hace unos días tuve una conversación reveladora con Paris, una conversación que me iluminó, una conversación que venía esperando hace tanto tanto, que ya pensaba que nunca se daría. Curioso que se haya dado en este momento.

La misma mujer que por años me dijo que no hay que entregarse tanto en una relación, la misma que me inculcó (sin malas intenciones, estoy segura) que fuera más desconfiada y que diera menos para no pasarla mal, de pronto me hacía un llamado a hacer todo lo contrario.

Me hizo un llamado a soltar y a dar, pero desde el corazón, no desde la idea de dar harto para ver si recibo harto. Me aconsejó a no rendirme si es que veía que lo que tenía, si es que lo había logrado construir con M, valía la pena, sin importar los momentos difíciles, independiente de que a veces fuera complicado y requiriera de un esfuerzo adicional. Me invitó a poner las cosas en una balanza para deducir de una buena vez si es que este hombre que tenía al lado lo valía. Si valía lo que podía entregarle, si valía la espera.

Y ahí como un acto de magia lo supe como una certeza de fuego. O sea, siempre lo he sabido, pero no faltaban las dudas, las faltas de energía, las incertidumbres. El que Paris, mi madre, me lo dijera tuvo un impacto en mi corazón y sanó varias cosas. Ella no tiene la menor idea de esto, pero si se enterara seguramente se emocionaría.

Hay que entregar amor, comprensión y compañía desde el corazón, de otra forma, molesta, siempre duele. Y lo he practicado estos días y es increíble cómo energiza y como se fortalecen los sentimientos. Incluso la relación se fortalece, sin tener que decir nada. Es algo que se siente en el aire.

No hay relaciones perfectas. Todas, pero todas, tienen sus “peros”. Y no podemos tenerlo todo, qué más me gustaría que fuera así, pero no se puede. Tampoco se puede esperar que esa relación tenga lo que había en alguna pasada. Todas las relaciones son distintas, y cada una tiene sus cosas hermosas.

En esta particularmente hay muchas cosas bellas. Cosas que me hacen sonreír por las mañanas y que me hacen dormir plácidamente por las noches, tranquila, sin sobresaltos. Entre los dos hay una confianza y un cariño que ya se quisieran muchas parejas. Un entendimiento en todo sentido, desde el humor freak, pasando por asuntos valóricos e importantes de la vida hasta asuntos sexuales, entendiendo esto último como el resultado de los mencionado anteriormente.

Tenemos nuestro “coa” como él me dijo la otra vez, un lenguaje que sólo él y yo entendemos. Un mundo paralelo que es de los dos. Y eso es tan lindo. Y más lindo el saber que con nadie se ha reído tanto que conmigo. La risa en pareja esa algo súper importante, aunque poco se habla de esto, siempre se habla del amor y el sexo. Pero sin humor ninguna de estas dos cosas puede subsistir por mucho tiempo. Nos reímos de nosotros mismos, nos reímos del mundo (en buena), nos reímos y reímos.

Nos queremos. Nos cuidamos, pero en libertad, entendiendo que el otro puede estar cometiendo un tremendo error, que uno sólo puede advertir, pero no impedir.
Hay días difíciles, sí. Pero hay días bellos. Yo estoy con él en honor a ambos días.

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