viernes, 3 de septiembre de 2010

Mi vida en posición “zen”


Reconozco que hace un tiempo me di un lujo que seguramente pocos se pueden dar. Un día, luego de mucho pensar y despotricar, decidí darle un giro inesperado a mi vida que comenzó a transformarse en una verdadera lata y lo peor de todo, en una existencia sin sentido.

Trabajaba como periodista en un medio, con contrato, con un horario más o menos decente y con un sueldo que estaba lejos de ser millonario, pero que me permitía pagar las cuentas y darme uno que otro gustito.

A pesar del estrés y de la toxicidad que había en mi entorno, se podría decir que estaba cómoda, pero un día tanta comodidad comenzó a incomodarme. Ahí estaba, anclada y estancada, no había para dónde ir, ni para arriba ni para abajo, ni para el lado. Me imaginé en ese lugar durante muchos años más, haciendo más o menos lo mismo, escuchando a la misma gente y lo que es peor, sintiéndome igual. Entré en pánico.

Por eso, un día, abrazada a un sueño – que tuvo que quedar stand by por cosas del destino – decidí respirar hondo y decir una palabra maravillosa, liberadora que recomiendo pronunciar: ¡renuncio!

Ahora, mirando hacia atrás me di cuenta que no sólo renuncié a un trabajo, renuncié a un estilo de vida, lleno de tragos amargos, lleno de soledad, lleno de injusticia y de impotencia. Lleno de pensamientos aterradores como “si sigo acá no me alcanza ni el tiempo ni la plata si es que quiero ser mamá, si sigo acá voy a terminar por enfermarme, si sigo acá nunca voy saber qué hubiese pasado si yo hubiese elegido otra cosa”.

Y me fui, aferrada a la idea de una vida más saludable y principalmente más feliz y con sentido.

La mayoría no entendió, creo que muchos aún no entienden, pero lejos de importarme, eso me dio más fuerza para seguir, para demostrarme a mí misma que uno sí tiene opción para elegir un camino propio.

Ahí comenzó mi vida en posición zen. Reconocí nuevamente las mañanas soleadas, los días fríos y también los cálidos. Recordé lo maravilloso que es caminar lento por la calle, detenerme a mirar algo bonito y andar sin apuros por el parque con mi Marley.

Recordé lo que es reírme a carcajadas sola y acompañada, lo que es escuchar lo que otros te dicen, y reconocí lo que realmente importa en esta vida y que jamás encontraré en una oficina.

Conocí lugares que siempre estuvieron cerca, pero que por andar tan apurada, nunca vi, aprendí a tejer y me enteré que me encanta, aprendí a entender a gente que antes no quería ni escuchar, y lo más importante, pude escucharme y saber qué es lo que quiero y para dónde quiero ir.

En el camino tuve sinsabores, sin duda alguna. Me perdí a ratos, pero siempre con la certeza de que había hecho lo correcto. Dejé de tenerle pánico a la vida, a hacer cambios radicales y a aprendí a fracasar, pero con la cabeza en alto.

Y un día cualquiera, casi sin queriendo, apareció una nueva oportunidad, cargada de novedad y de energía. La tomé sin pensarlo dos veces y hoy estoy feliz, haciendo entrevistas y sintiéndome libre.

No tengo ninguna certeza respecto a dónde me llevará este nuevo camino, pero siento un profundo alivio de verme feliz. Pase lo que pase, ese estado no cambiará en mí, porque también aprendí a soltar, a dejarme llevar por la vida. Lo recomiendo ¡todo el rato!

2 comentarios:

Univocidad dijo...

Este escrito sí que tiene buenas vibras, ha calado hondo en mí, no te imaginas cuanto!, creo que necesito sacudirme un poco y soltar, soltar, soltar y dejarme llevar, que las circunstancias fluyan como riachuelo, cambiar algunos aspectos y seguir avanzando...no estoy en mi mejor momento y tratando de tomar las cosas con altura de miras...como debe ser a mi edad, pero sé que pasara y volveré a surtirme en estado Zen.

Gracias

Cariños!

Alos30 dijo...

Me alegra que esa parte de mi historia te haya servido. Habiendo estado de los dos lados de la moneda, te prometo que cuando te permites soltar , cuando permites no tener el control sobre todo, la vida te sorprende. No te angusties más por estar triste, también hay belleza en eso. Por lo menos a mí, en el pasado el dolor me ha hecho aprender tantas cosas. Vívelo y abre bien los ojos y los oídos.
Saludos y gracias por tu post.