miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una muestra de humanidad


Hoy con horror divisé un video, repetido en varios medios, que mostraba cómo una joven rubia y de polerón rojo, lanzaba a un grupo de cachorros a un río….

Al segundo cachorro, puse “detener”, porque se me revolvió el estómago. Pensé varias cosas. Lo primero cómo alguien puede llegar a ser tan cruel con un ser vivo tan indefenso y segundo, cómo es posible que medios de comunicación reproduzcan algo que no es noticia, sino que simple aberración y bestialidad humana.

J me dijo “es para que se sepa cuán cruel puede llegar a ser un humano”, a lo que le contesté “¿a alguien le cabe alguna duda?” En sólo segundos me imaginé que uno de esos cachorros pudiese ser mi Marley…. Vomitivo.

Pero en completo contraste me encontré con la hermosa noticia de una orangutana llamada Hanama que habita en Carolina del norte (Estados Unidos) y que adoptó como suyos a dos tigres bengalas cachorros. ¡Juega con ellos y hasta los abraza! Hay varios casos así, como el del gato que se convirtió mamá y hasta nodriza de unas ardillas….

Creo que los animales tienen tanto que enseñarnos, y aunque suene paradójico, ellos muchas veces nos dan tremendas lecciones de humanidad. Y esto abarca desde las mascotas más pequeñas hasta los animales más fieros e indomables.

No se trata de ser “eco- cool”, ahora está tan de moda decir que se es ecológico y que se ama a los animales. En realidad se trata de ser un humano con conciencia, aunque veces me parece curioso que haya que pedir que se tome conciencia que hay que proteger a toda fauna, que no se tienen que andar matando a perros o gatos o leones, porque no está bien. Para mí es tan lógico como entender que, por muy malo que haya sido mi día, no puedo andar pateando guaguas.

Igual creo que tiene que ver un poco con la educación. En mi caso, desde chica que he tenido mascotas. Mi primera fue un hamster llamado Pepito, que después supimos que en realidad era Pepita. Para ser un animalito tan pequeño, era tan inteligente, entendía palabras, y nos tenía tanta confianza que era capaz de quedarse dormida en la mano, sin reparo alguno.

Después tuvimos catitas, inteligentes y alegres. Y cómo olvidar al famoso Gent, un cocker que lo tuvimos desde cachorro. Era bien cascarrabias y malas pulgas, pero amaba a mi madre. Recuerdo que cuando falleció mi mamá pasó harto tiempo triste, incluso me confesó que a veces caminando por la calle, lloraba por él.

En ese entonces, no la entendía bien, pero ahora que tengo a mi Marley, puedo comprenderla perfectamente. El lazo que uno logra con un canino es tan fuerte que sólo quienes tienen o han tenido a un perro pueden entenderlo.

Ya, siendo independiente, con mi ex marido, tuvimos a Marmotín, un hamster ruso con un carácter de temer. Aún me hace reír el recuerdo de él en el veterinario, haciendo acrobacias con tal de morderlo. Él era así, y lo quise tal cual.

Mi Marley es su opuesto, meloso y cariñoso hasta decir basta. Él siente todo lo que yo siento. Si estoy feliz, él lo sabe, lo mismo si estoy triste, enojada o nerviosa, él todo lo absorbe.

Y que no me vengan con eso de que sólo es instinto, es mucho más que eso, es inteligencia. Porque claro, a lo mejor no puede aprender a leer o a hablar, pero sabe cómo comunicarse a su modo. Él ama sin condiciones y me tiene una fe ciega, sabe que lo protegeré hasta el final. Y eso lo digo literalmente, ya que más de alguna vez algún perro malas pulgas lo ha querido de almuerzo, y yo con él en mis brazos, he tenido que enfrentarlo sin pensarlo dos veces.


Estoy segura que si por un momento nos detuviéramos a escuchar a los animales, aprenderíamos a ser mejores personas.

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