viernes, 10 de septiembre de 2010

La otra


J, tiene una amiga que hace años es la amante de un vocalista de un grupo musical chileno cuyo nombre no puedo revelar, pero que es más o menos conocido en el ambiente.

Ella es guapísima, inteligente, vive sola, gana bien, pero está en medio de esta relación de la que parece no poder salir. Él es un pastel, tiene pareja, un hijo. Incluso varias canciones que se han transformado en un hit han sido inspiradas en ella a pesar que su pareja jura que él las hizo pensando en ella. Dios.

El último episodio que supe y que no dejó de parecerme folclórico, fue que en un concierto – aniversario de la banda ella fue la encargada de sacar las fotos, no pudo disfrutar nada del recital la pobre, y para colmos tuvo que pagar la entrada, ¿no será mucho?

Porque yo pensaba, si yo fuera la amante de un cantante, mínimo que me pague él la entrada en primera fila, si es que más encima me pide una paleteada, Pero bueno.

Ahora que recuerdo, si bien, he enganchado en mi pasado con tipos que han estado emparejados, nunca he sido la amante incondicional, esa que espera y espera, esa que se conforma con los días que él puede o con sus llamadas encubiertas.

Quizás no he tenido la mala suerte de enamorarme de un tipo ya ocupado, o tal vez no me lo he permitido tampoco, porque nunca he sido de sufrir como china. Pero testimonios de “la otra” abundan.

Una amiga mía estuvo por lo menos cinco años esperando a que el perla se separara de su mujer. Primero le dijo que no lo hacía porque su mujer le daba pena, después porque sus hijos estaban muy pequeños y después porque ¡ups! su mujer quedó embarazada. Hasta que mi amiga se cansó de la clandestinidad y de paso, se metió a la mala a su correo y descubrió que ese supuesto viaje de trabajo a Punta de Canas era en realidad una segunda luna de miel. ¡Cuek!

Ahora, que lo pienso mejor, sinceramente debo tener una tranca con que te pongan el gorro. Frank le puse los cuernos a Paris, varias veces y como fui testigo de esto, creo que le agarré alergia a los infieles, me conozco esas mentiras de memoria, porque cuando Paris le dijo que se fuera de la casa, Frank con cara de circunstancia, le dijo que ni ca, porque la quería a ella. En fin.

Supongo que esto de ser la otra es entretenido y lujurioso siempre y cuando no te enamores ni esperes más que eso y esa es la letra chica que hay que leer bien antes que llegar a la cama de un tipo casado o comprometido.

Yo, soy la otra cara de la moneda en realidad. He sido la infiel, la casada, la comprometida con amante y por eso digo, las mentiras me las conozco de memoria. Aunque debo aclarar que yo nunca mentí, siempre dije sólo quería un affaire, pero no había caso, más de alguno terminaba fantaseando con la posibilidad de tenerme al lado de manera oficial.

Bueno, fue así hasta que conocí a J, él me rompió los esquemas y lo que se inició quizás como un polvo más terminó por convertirse en una relación intensa de tres años. Él era el otro, en ese caso, pero rememorando ese tiempo, lo que lo convirtió en algo más fue una conversación eterna en MSN de más o menos ocho horas una tarde de sábado donde nos contamos la vida entera…. Lo que cambió fue esa intimidad fuera de la cama que logró conectarnos.

Vaya, cómo cambian las cosas, pero sigo no arrepintiéndome de nada, porque siento que todo pasó tal cual debía suceder. Incluso lo malo.

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