Creo (en verdad espero) que esto no me pasa
sólo a mí, sino que a varias personas. A veces nos sucede que seguimos ligados a una situación o una
persona en particular, a pesar de tener la conciencia de que nos hace mal.
Creo que esto pasa porque estas personas o
situaciones, con el tiempo, se van convirtiendo en nuestras muletas. Muletas
que en algún punto, pensamos o creemos necesitar, ya que de lo contrario, nos
caeríamos de boca al suelo. Son esas muletas de nuestras vidas que nos
convencen por un rato, por años, y a veces en los peores casos, de por vida,
que somos inválidos, y que sin ellas no podemos caminar, no podemos seguir
adelante.
A mí me pasó y me viene pasando hace harto
rato, no quiero sacar la ecuación matemática para no deprimirme, pero hace
rato. Mi muleta fue o aún es, porque las cosas tienen sus procesos, una
persona, con nombre y apellido. Supongo que me autoengañé un rato pensando que
en verdad no me hacía mal, que podía seguir teniendo contacto con esa persona
sin que me rompiera el corazón, como la mujer adulta y súper madura que a veces
me creo, pero…. No.
Pero una vez que mi muleta personal se votó a
huelga, y luego que yo me quedara ahí ofuscada y triste, jurando que me caería
al piso, después de respirar hondo, me di cuenta que no pasó nada de eso y que
caminaba de lo más bien sin ella, incluso más ligero.
Siempre habrá un cariño especial por esa
muletita de la vida. Nunca me será indiferente. Y siempre habrá una parte de mi
corazón que esperará que esté bien. Pero me di cuenta que de rompe y raja (cómo
suele uno darse cuenta de las cosas importantes de la vida) que era hora de que
partiera de mi vida, me gustara la idea o no.
Las muletas son como las drogas también. Uno
necesita un tiempo de desintoxicación, un tiempo de silencio, un tiempo para
rearmarse. Y así como el cocainómano con la cocaína, en mi caso, siempre habrá una parte de mí, que
lo extrañará aún cuando, por lo menos hoy, sé que su compañía es letal.
Eso me pasa
a mí. Pero ahora me convencí que hay ciertas personas que quizás no pueden
estar en la vida de una para siempre, por mil razones, incluso hasta por buenas
razones. Porque debo ser tremendamente sincera, siento que yo también era su muleta adorada, y que también
lo dejaba en una posición de congelamiento. Y eso no es justo tampoco.
La vida es
así y hay que aprender a soltar y dejar partir. Ese es mi nuevo foco actual y
el sólo comprenderlo de corazón, me hace sentir bastante bien.
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