viernes, 29 de junio de 2012

Mi adorada muleta

Creo (en verdad espero) que esto no me pasa sólo a mí, sino que a varias personas. A veces nos sucede  que seguimos ligados a una situación o una persona en particular, a pesar de tener la conciencia de que nos hace mal.

Creo que esto pasa porque estas personas o situaciones, con el tiempo, se van convirtiendo en nuestras muletas. Muletas que en algún punto, pensamos o creemos necesitar, ya que de lo contrario, nos caeríamos de boca al suelo. Son esas muletas de nuestras vidas que nos convencen por un rato, por años, y a veces en los peores casos, de por vida, que somos inválidos, y que sin ellas no podemos caminar, no podemos seguir adelante.

A mí me pasó y me viene pasando hace harto rato, no quiero sacar la ecuación matemática para no deprimirme, pero hace rato. Mi muleta fue o aún es, porque las cosas tienen sus procesos, una persona, con nombre y apellido. Supongo que me autoengañé un rato pensando que en verdad no me hacía mal, que podía seguir teniendo contacto con esa persona sin que me rompiera el corazón, como la mujer adulta y súper madura que a veces me creo, pero…. No.

Pero una vez que mi muleta personal se votó a huelga, y luego que yo me quedara ahí ofuscada y triste, jurando que me caería al piso, después de respirar hondo, me di cuenta que no pasó nada de eso y que caminaba de lo más bien sin ella, incluso más ligero.

Siempre habrá un cariño especial por esa muletita de la vida. Nunca me será indiferente. Y siempre habrá una parte de mi corazón que esperará que esté bien. Pero me di cuenta que de rompe y raja (cómo suele uno darse cuenta de las cosas importantes de la vida) que era hora de que partiera de mi vida, me gustara la idea o no.

Las muletas son como las drogas también. Uno necesita un tiempo de desintoxicación, un tiempo de silencio, un tiempo para rearmarse. Y así como el cocainómano con la cocaína,  en mi caso, siempre habrá una parte de mí, que lo extrañará aún cuando, por lo menos hoy, sé que su compañía es letal.

Eso me pasa a mí. Pero ahora me convencí que hay ciertas personas que quizás no pueden estar en la vida de una para siempre, por mil razones, incluso hasta por buenas razones. Porque debo ser tremendamente sincera, siento que yo  también era su muleta adorada, y que también lo dejaba en una posición de congelamiento. Y eso no es justo tampoco.

La vida es así y hay que aprender a soltar y dejar partir. Ese es mi nuevo foco actual y el sólo comprenderlo de corazón, me hace sentir bastante bien.


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