Debo reconocer que hace un año, las entradas en
este blog estaban cargaditas hacia todo el tema sexual. Y cómo no, si yo estaba
como cabra chica con juguete nuevo en Navidad jajaja que no se mal entienda por
favor la metáfora.
Me refiero a que el 2011 fue un año más que
todo para experimentar en ese plano, para descubrirme, para descubrir, para
saber qué cosas me gustan y cómo me gustan, para decirle adiós a los miedos, a
los complejos, para despedirme de una época complicada relacionada con asuntos
de cama. Fue en pocas palabras una época para reconciliarme conmigo misma y no
sólo en lo erótico, sino que también en la vida en general.
Durante harto tiempo puse el sexo como la
prioridad number one de mi de vida. O sea, el buen sexo y por consiguiente los
orgasmos. Para mí el sexo, mi sexualidad, sigue teniendo importancia en mi vida,
pero ahora de otra forma, desde otro enfoque.
Porque comprendí que una relación de pareja no
se puede construir sólo en base a buen sexo y multiorgasmos, por más que yo
hubiese querido que fuera así, que tiene que haber más, mucho más que un buen
polvo para concluir que una está en una relación de pareja y que esa relación
va para alguna parte.
Comprendí que el sexo es exquisito,
maravilloso, un deleite cuando uno ama a otra persona, y que acostarse por
deporte puede ser divertido, pero ni la mitad de placentero que hacerlo con
alguien al que uno quiere y confía. Y eso no tiene nada que ver con discursos
mojigatos ni moralistas, tiene que ver con una cosa empíricamente comprobado.
Hace años, seguramente por cosas que me han pasado
en la vida, yo pensaba de que a mí me amaban, según cuánto me tiraban. Tal
cual. O sea, si una pareja mía me decía que ese día no tenía ganas o estaba
cansado, para mí era como lanzarme barro en la cara, como el peor de los
rechazos. Supongo que hacía una mala
ecuación de eso. También me pasaba que era incapaz de unir dos cosas
fundamentales: amor y sexo. Era como si yo no pudiese tener buen sexo con
alguien que amaba y que sí podía tenerlo con alguien que no.
Me pasó que hubo un tiempo en que me evadía
sólo con sexo salvaje, alocado, y que me producía el más profundo rechazo un “te
quiero” en medio del acto o una mirada tierna. Era como si las dos cosas fueran
por caminos distintos.
El 2011 fue el año en que pude unir ambas cosas,
fue el año en que comprendí todo esto
que escribo de manera muy resumida. Y el 2012 siento que es el año en que
aplico lo aprendido.
Ahora recalco que sigo deseando tener muchos
orgasmos y disfruto cada uno de los que hoy
experimento, pero como que hay cosas más importantes a las que hay que debo atender con igual o incluso mayor atención. No
sé si me hago entender… digamos que mi meta para una relación de pareja no es
tener 10 orgasmos a la semana, sino que estemos bien como pareja, que nos
queramos, apoyemos y que también tengamos buen sexo.
Regla que creo que hasta ahora se cumple… o
sea, ¡eso espero!
En conclusión, los orgasmos son ricos, sin duda, pero por sí sólos no construyen una relación. En otras palabras, creo que son menos poderosos de lo que yo pensaba.... y deben ocupar el espacio en la vida que les corresponden, ni más ni menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario