lunes, 2 de septiembre de 2013

Créditos finales

Confieso que el tema de la tristeza, de la pena, a mí cuesta  bastante. En la rabia yo me muevo como pez en el agua, pero en situaciones de penurias, como que no sé qué hacer o qué decir y tiendo a huir.

Me cuesta decir “esto me duele”. Me cuesta, aún cuando lo siento. Será mezcla de orgullo, soberbia y miedo a verme o sentirme vulnerable. Miedo a que me hieran, miedo a sufrir.

Quizás, debido a la forma que he afrontado exteriormente el tema, para algunos, mi término con N es casi una anécdota, algo que pasó y como soy tan fuerte y bakán ya superé. Total, “todo es para mejor”, “todo pasa por algo”, “la vida sigue” y “ya vendrá otro”, entre otras frases vacías que la gente se repite y me repiten.

Pero para quienes realmente me conocen y más aún, para mí misma que me he permitido el desbloqueo emocional, la verdad es que no fue una anécdota, fue y sigue siendo algo doloroso, difícil de superar. Así que se podría decir que estoy de luto.  La gente tiende a confundir luto con depresión, con andar llorando por los rincones, pero eso en verdad es la primera parte solamente de la pena. La verdadera pena es cuando uno está en silencio. No hay necesidad de borracheras, ni de gente, ni de posteos dramáticos en Facebook, ni de ruido. El luto ocurre cuando uno se enfrenta a la pena cara a cara, sin máscaras y es capaz de decir en silencio y a grito pelado:  “pucha qué me duele esto”.

Me costó más de 2 meses llegar a este punto. Soy media lenteja para estas cosas. Pero llegué y eso es lo importante. Y me duele, y tengo pena y ya le dije a la persona correspondiente todo lo que tenía o más bien podía decirle.

Y fue liberador. Ya no me interesa andar haciéndome la chora, ni la superada, ni andar con actuaciones tontas. Yo aún lo extraño. Y cuesta conformarse, pero supongo que hay ciertos pasajes finales que me han ayudado un poquito a seguir mi camino. Y uno de ellos es el saber, sentir y entender que él me amó.

Algo que se me había estado olvidando por tanto ruido, por tanta cosa que uno escucha, por tanta teoría gueona y por supuesto, por las actuaciones de ambas partes. Y por supuesto, por miedo.

Sólo puedo aclarar acá que lo amé profundamente. Él fue el primer hombre en mi vida con el cual me proyecté de verdad y el primero en muchas otras cosas fundamentales de la vida. Y fui muy feliz. De hecho lo asocio a él con una de las etapas más felices de mi vida. Quizás por eso cuesta tanto soltar.

Pero he descubierto que el proceso de soltar también es luminoso, parecido al de amar. Soltar es un acto de fe, de generosidad y de gran humildad. Soltar es respirar hondo y quedarse con los recuerdos. Soltar es sólo tener la certeza de  que no se sabe qué irá a pasar con el corazón más adelante. No hay recetas, ni bolas de cristal para saber con exactitud qué sucederá, pero sí por lo menos tengo la intuición de que sea lo que sea, tendrá un significado profundo de aprendizaje y de alivio para el alma.


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