Hace unas semanas, conversando con Paris, mi
madre, ésta al escucharme hablar acerca de lo difícil que me parece estar en
pareja (más bien, estar bien en pareja) me dijo algo decidor: “Hija, siempre uno
tiene que estar con una lima, limando las cosas en una relación, negociando,
conversando”.
Y yo, la miré con cara de “Dios, es verdad”.
Nunca pensé que algún día podría decir esto de corazón, pero creo que hoy mi
madre, es mi mejor amiga. De un punto de pensar que ella no entendía o no sabía
nada, de estar en constante disputa con ella, de hacer todo lo contrario de lo
que ella decía o pensaba, hoy la escucho y le encuentro, en la mayoría de los casos,
tanta razón en las cosas que me dice o me aconseja. Es sabia y me reconfirmo la
maravilla que hacen los años en el corazón femenino.
Hoy justamente a propósito de una situación
puntual que me tenía bastante molesta, me miró y tras decirme que me entendía,
me dijo: “uno no siempre puede tener todo lo que uno quiere, así es la vida.
Pero ¿vale la pena amargarte tanto por esto?”. Y ahí quedé, nuevamente con cara
de póker. ¿Valía realmente la pena? Y tuve que volver a mirar esa balanza para ver qué pesaba más para una vez replantearme
lo de siempre, ¿no le estaré poniendo un poquito de color?
Y es verdad, la situación me sigue molestando,
pero no lo suficiente para que deje de estar ahí, y cito una frase que encontré
hace un tiempo y que me pareció genial: “a veces hay que perder una batalla,
para poder ganar la guerra”. Es así como veo el tema.
Estar en pareja no es fácil. No es como en las
películas donde la gente se conoce, superan una crisis y quedan felices por
siempre. Menos es como los cuentos de hadas donde está el príncipe y la
princesa perfecta esperando por un final feliz. Todo es mucho más desordenado y
mareador, menos glamoroso e idílico de lo que un piensa, pero a la vez, mucho
más real también. Y siempre hay belleza en la realidad.
Para ser sincera, bien sincera, a veces me
siento y veo superada. Y pienso atrocidades como “tal vez no sirvo como polola,
tal vez, no estoy hecha para estas cosas de pareja”. Y tal vez, así sea, pero
eso es una cosa, y otra muy distinta es a lo que yo aspiro a ser o entregar. Yo
sí quiero ser pareja, yo sí quiero tener una relación, yo sí quiero aprender. Así
que… ¡vamos que se puede! Miren que tengo la intuición que queda harto camino
por recorrer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario