A ti, que lees este humilde blog, te pregunto, ¿te crees o
sientes un buen (a) amante? Pero quizás
sea mejor partir por otra pregunta: ¿qué es ser buen (a) amante?
Hay respuestas para esto como cantidad de personas en el
mundo. Algunos postulan que ser bueno en la cama es ser jugado, (no tener
complejos, ni muchos poderes ni ser asquiento). Para otros es ser flexible
(hábil y diestro en las posiciones kamasutra, hacer el famoso quico jajaj tan
de moda ahora) y otros es ser generoso con el placer propio y ajeno.
En más de alguna ocasión he comentado que no existen
personas “buena para la cama”, porque quizás un sujeto a mí me puede parecer
maravilloso, pero a otra una verdadera lata. Depende de la química, los gustos
y todo eso, pero igual, hay que ser bien sincera y decir que hay una especie de
base mínima de habilidades sexuales y hay hombres que simplemente no la tienen,
y lo que es más grave aún, no les importa tenerlas o aún peor, no se dan cuenta
que no la tienen.
En lo personal me ha tocado de todo en esta vida. Hombres
diestros, poco diestros, hombres buenos y pésimos para la cama. Pero quiero ser
justa también, yo también he sido diestra y poco diestra. Mal que la mal el
sexo es un arte que se perfecciona con la experiencia y la práctica y estoy
segura que en mis primeras incursiones yo debí ser una lata. Así que el
universo así se equilibra. Si el problema feroz es que uno no evoluciones tras
las primeras veces.
Para mí un mal amante es aquél que anda apurado en todo
sentido. El que no escucha, el que no quiere aprender nada. El que cree que se
las sabe toda, aquél que cree que porque una vez le resultó una determinada
destreza, tiene que repetirla idéntica todas las veces.
Pero lejos, LEJOS, para mí un hombre fome en la cama es
aquél que (y ojo que los hay) al escuchar un requerimiento determinado en la
cama te mira con horror y te dice “Ay, pero ¿cómo te voy a decir o hacer eso,
si eres mi polola?”. Mal, mal, mal. Y no
se pasen el rollo que estoy hablando de lanzar esperma caliente o realizar
mutilaciones raras, estoy hablando de colocarle una pizca de rudeza y calentura
al acto.
Un hombre asquiento a mí me da como latita, un hombre que
sólo quiere hacerlo a lo misionero también.
Supongo que los hombres también tienen sus listados. Supongo
que son fomes las minas que se acuestan, abren las piernas y estaríamos. También las acomplejadas onda “no me toques
ahí, no quiero sacarme toda la ropa porque estoy gorda, no me mires lallaalla”.
Y las que dan veredictos máximos como “Yo no hago eso”. ¿Lateras o no?
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