“La vida es un viaje”, me dijo una
vez en sueños y vaya que lo fue. El viaje con él fue de esos tipo montaña rusa,
subimos, bajamos en caída libre, subimos de nuevo… la sensación fue buena, de
pronto agotadora, y a ratos aterradora.
C fue el “shot” que necesité un rato
para arrancar motores.C fue el bálsamo, la droga, la evasión, el juego, la
entretención de mis propios demonios. Mi lucha por salir de ese círculo no ha
sido una lucha con él, ha sido una lucha conmigo, con mis propios miedos,
mis propias perversiones, mi propio lado oscuro.
Él fue el desafío que el
Universo colocó en mi camino para que yo tomara una decisión muy importante,
una de vida, una de convicciones, de valores, pero principalmente de amor
propio. Él fue una especie de fantasma del futuro, uno que me mostró qué pasará
conmigo si es que no logro aterrizarme y controlar mi caprichoso ego. La vida
me lo ha preguntado varias veces “¿esto es lo que quieres ¿sí o no?”. La
decisión siempre, pero siempre ha sido mía.
Ahora, sería injusto endemoniar su
figura y contar que todo fue fango. No lo fue. Jamás fue tampoco caminar por un
prado, en realidad, tampoco me interesó nunca que así lo fuera, porque me cansé
de andar jugando a correr por el campo, la vida no es así, pero… hay pasajes
buenos, momentos buenos y sin duda, cuando rememore algunos episodios de mi
vida, él no será olvidado.
Lo recuerdo bailando, lo recuerdo
tomándome por la cintura, lo recuerdo mirándome con deseo, con desafío, lo recuerdo como una atracción radioactiva. Lo
recuerdo haciéndome literalmente gritar de goce, lo recuerdo asertivo,
inteligente, encantador, lo recuerdo como una gran tentación, como un desafío.
Pero también recuerdo sus ganas de
controlarlo todo, recuerdo su egoísmo, recuerdo sus complejos de inferioridad,
recuerdo sus traumas de niñez, recuerdo su incapacidad para dar amor de manera
sana, recuerdo su apatía, recuerdo su miedo, recuerdo sus contradicciones,
recuerdo su lado oscuro, recuerdo su machismo, recuerdo sus ojos saltarines (mi
madre siempre me dijo que tuviera cuidado con ojos así), recuerdo su distancia
con su hija, recuerdo cómo empecé a sentirme cada vez que se acababa un fin de
semana de evasión, recuerdo cómo él comenzó a desgastarme con su indiferencia
bipolar.
Almas como esas no cambian. Almas
como esas no sanan. Almas como esas no cicatrizan. Y yo, no me permitiré jamás
ser la mujer “que lo logró”, tengo muy claro el precio de eso y siento en mi
corazón, que no es mi destino, no llegué a este mundo para salvarlo del peor
enemigo que tiene: él mismo. Vine a algo parecido sí, a salvarme a mí, de mis
propios demonios y de pasadita, y muy humildemente lo digo, a ayudar a otros.
Yo vine a aprender a amarme.
Soy de las que creen en
reencarnaciones y vidas pasadas. Estoy segura que yo ya conocía a Mr C de hace
muchos siglos. Siento que nos hicimos daño, no sé si él a mí o yo a él, o ambos
dos. Pero él me viene siguiendo de hace rato, y no permitiré que haga lo que me
hizo antes en esta vida, porque para ser sincera era casi imposible que
nosotros dos nos encontráramos, pero pasó y eso se llama destino.
Si alguien me preguntara sobre si me
arrepiento de haberlo conocido, la respuesta es no. Él es lección, él me mostró
mi sombra, él me mostró, enrostró y potenció todo aquello que no ha sanado en
mí. Sin él, posiblemente hay cosas que no vería de mí, o me habría costado más pesquisar.
Creo que este viaje fue necesario y
que la mayor parte del tiempo sonreí. Pero todo viaje debe tener un final,
porque si se alarga más de la cuenta, pasa que uno empieza a marearse, a
quejarse, a aburrirse, y a sólo desear que el avión descienda. Yo, para ser
sincera, siento que me fui antes que el avión explotara jajaajaja. Salí de ese
lugar con mi paracaídas porque me di por enterada que el avión nica iba a
aterrizar solo.
Tenía razón: la vida es un viaje, la
vida es tránsito, la vida es aprender de ir un lugar a otro. La vida es un
viaje, entretenido, fome, bueno, malo, rápido, lento, desgastante, motivante,
doloroso, alegre…. La decisión es de una. Yo ya tengo mi opción.
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