Hace poco escuchaba a alguien referirse de “bruja” a la mujer que tenía de compañera hace ya 7 años. Al preguntarle si estaba enamorado, me hizo una especie de mueca extraña (no supe si era de asco, hastío o de pocker) y me dio a entender que estaba enamorado dentro de las posibilidades y luego me lanzó una teoría fisiológica acerca del enamoramiento, las secreciones cerebrales y una serie de explicaciones que cuando se trata del corazón, no sirven de mucho.
Ten gola sensación que he escuchado muchas, quizás demasiadas historias de hombres chatos, ahogados, apestados, al borde de la locura porque sus mujeres, parejas, esposas (e incluso amantes) no los dejan hacer nada. No los dejan salir a tomarse un trago con amigos, no los deja salir con los compañeros de trabajo, no los dejan ir a pichanguear. En resumen, no los dejan salir o participar de NADA en lo que puedan entretenerse. No hay negociación, y a él no le queda nada más que hacer que acatar lo que dice esta mujer, porque de lo contrario…arde Troya.
¿Qué onda con esto? Y no estoy hablando de
mujeres ya desesperadas, sino también de mujeres jóvenes que no necesitan de
amarrar a un hombre para que esté con ellas.
Para que estemos claro, dentro de esta gama de
mujeres, están, por ejemplo, las que le ponen horarios a sus maridos para
llegar a la casa, otras que dejan que salgan pero que están llamando cada 5
minutos y el resto que se auto invitan a todas partes.
Yo no estoy para nada de acuerdo con la
dictadura femenina. Hay hombres, que por personalidad, terminan sometidos al
dictamen de la mujer, que digámoslo, a veces, gobierna con mano de hierro. Y
como que tengo la sensación que hemos pasado de un extremo a otro, de ser “las
pobres gueonas” a ser las brujas malditas. Y como ya sabemos, todo extremo es
malo.
Me he preguntado por qué pasa esto. Yo, en
alguna oportunidad me puse un poco así. O sea, en verdad era mutua la cosa. Con
esa pareja tuve una relación a full, onda viéndonos todos los días, viviendo un
tiempo juntos y trabajando juntos también. Al principio resultaba bien esta ecuación, pero recuerdo que nos empezó a matar también. Él era lejos más sociable que yo (no es tan difícil eso jaajaja) y a veces le hacía atados al pobre porque él quería que fuéramos a un asado, por ejemplo, y a mí me daba lata. Pero yo, la muy bruja, esperaba que él decidiera quedarse conmigo y no fuera. La gran mayoría de las veces pasaba exactamente eso. Y cuando no, me sentía enrabiada, traicionada.
Con mi sicóloga de ese entonces, recuerdo haber
tratado el tema y llegamos a la conclusión que era en verdad la sensación nefasta
de celos de que existiera algo otro en el mundo, a parte de mi, que le brindara
felicidad, que lo entretuviera. Por eso también el sentimiento de traición. Y
eso está mal, pésimo y fue una de las razones por la que lo que teníamos
también se fue pudriendo. Lección aprendida.
Hoy pienso que, como todo en la vida, todo es conversable y negociable. O sea, tampoco se trata que la pareja de una se mande a cambiar todo el fin de semana, ni que nunca nos invite ni nada de eso, pero se trata de darle un respiro a la otra persona, a darle espacio, a respetar su metro cuadrado, ese que TODOS tenemos y nos merecemos.
Ahora claro que todo depende de la confianza que
hay en la relación, porque otra gallo canta cuando estamos frente a una pareja
que nos fue infiel, o una relación donde los celos la llevan, etc, estoy
hablando de relaciones más o menos normales.
Mi relación actual está equilibrada en ese
sentido. Siento que los dos tenemos espacios personales y que nadie se traga al
otro. La gente se sorprende un poco cuando, por ejemplo, que él se va de viaje
(sin mí) y que más encima yo diga que no tengo rollos con eso. O al revés, que
yo aún tengo contactos con ex parejas y que N lo sabe y que hasta con uno, se
lleva estupendo.
Hoy no tengo rollos con que mi pareja se salga a tomar un happy
hour con una amiga, pero igual también va en que conozco a la mayoría de sus
amistades, por lo menos las más importantes. Y creo que eso también influye.
Porque también están los casos que hay hombres que nos convierten en brujas,
están los patudos que no presentan nunca a sus amistades o lo que es peor,
aparecen de repente con “amigas” de no sé donde. Y eso tampoco está bien.
El tema es que si bien encuentro de maricón el
que un hombre califique a su mujer de “bruja” delante de otros y a sus espaldas,
nosotras también tenemos que trabajar un poco en no ser merecedoras de tal
apelativo. Si no cuesta tanto. Por último si no te motiva el hecho que sea una
buena medida para tener una relación más sano, por último, hay que verlo como
una forma de sacar provecho. Porque claro… yo te respeto tu espacio, pero tú también
respeta el mío jejejej. Democracia, dicen que se llama.
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