Cuando pienso en el título de esta entrada son
varias las palabras que se me vienen a la mente: valiente, abnegada y fuerte,
son las tres primeras en las que pienso entre muchas.
Nuestra historia es hermosa. Partió hace 33 años,
con altos y bajos entre medio del camino. Pasé la etapa de la rebeldía, de
sentirme incomprendida por ella, de hasta pensar que no me quería y que todo lo
que me enseñaba o decía era porque simplemente ella no entendía nada.
Pasé por la etapa del destete, del corte del
cordón umbilical. Del instaurar las distancias de dónde empezaba yo y empezaba
ella. De la crítica, del sentir que yo no quería ser nada parecido a ella.
Pero con los años, y creo que a partir de mi
llegada a los 30 años, nuestra relación comenzó a mutar. Y de ser mi mamá, pasó
a ser una gran amiga, la mejor consejera del mundo, pasé de tener que escuchar
sermones y críticas a tener conversaciones de horas con ella. En donde
hablábamos de amores y desamores, de la vida, de los sueños, de lo que ella
fue, de lo que nunca fue… de todo.
Fuimos construyendo una relación basada en la
confianza mutua. Y jamás en la vida olvidaré que ella estuvo en uno de mis
peores momentos de cesantía, desamor, soledad y desorientación. Ella nunca
perdió la fe en mí, me ayudó con palabras, gestos, cariños y actos concretos.
Ahí, nuestra relación volvió a tomar un vuelco.
Nunca olvidaré un sueño que tuve y que incluso
conté en este blog en la entrada http://historiasenmis30.blogspot.com/2011/05/explicacion-del-huevo-rosado.html, donde yo encontraba un huevo rosado y
se lo regalaba a mi mamá. Un sueño de predicciones, un sueño lleno de
simbolismos y que identifican la relación que comenzó a gestarse entre las dos.
Mi mamá siempre estará y eso lo tengo muy
claro. Ella es y siempre será de esas personas incondicionales en la vida. No
importa cuán abatida yo pueda estar, no importa el cagazo que yo me pueda
mandar, ahí va a estar.
Ella hoy está enferma. Tiene cáncer. The Big
C. Y cuando supe, por teléfono, de boca de mi padre y cuando paseaba a Marley,
se vino un silencio eterno. Lloré como pocas veces he llorado, con un llanto
insuperable, que no se podía calmar con nada. La primera persona que se atiné a
llamar fue a J, quien por el otro lado del teléfono me aseguró, con la fuerza
del corazón, que yo no estaba sola y que él estaría conmigo para lo que fuera.
Y luego, lloré en brazos de F.
Fue la noche más triste de todas. La más dura.
Me dormí llorando y desperté llorando. Y así he estado desde ese día. Y si bien
todo es muy reciente, de a poco me he ido fortaleciendo, no para mí, en verdad
por ella. Porque así como ella estuvo para mí en mi mala época, a mí ahora me
toca estar con todo en este proceso que recién comienza.
Y voy estar, hasta el final. Fuerte y sonriente.
Agradeciendo todos los días de lo que la vida me ha dado, porque me ha dado
mucho. Agradeciendo a la gente que tengo a mi alrededor, mucho más buena y
generosa de lo que pensaba. Agradeciendo de tener tiempo, sin importar cuánto
sea, de estar con mi mamá, porque tiempo es más preciado que la plata y que
cualquier otra cosa.
He sido soberbia, he sido egoísta, he sido
distante. Y la vida me está dando la posibilidad de enmendar todo esto y de
corregir mis grandes vacíos; cosas que no he podido resolver hasta ahora.
Aún cuando es difícil, estos no son tiempos
para llorar y lamentar, son tiempos de reír y de agradecer. De levantarse,
seguir y vivir. Son tiempos de ser muy valiente, aún cuando hay días en que qué
más quisiera yo cobijarme en la
cobardía, en la evasión o en mis propias miserias.
“No puedo”, es una frase que ya no existe en mi
diccionario. Y hay cosas que no toleraré como amansar problemas que tienen
solución o quedarme pegada en nostalgias, tristezas o enojos.
No tengo tiempo para perder y mi paciencia está
en su límite también. AHORA, es la palabra. No hay mañana, o en una semana, o
en un mes. AHORA es cuando, AHORA es la vida, AHORA es el amor.
Mis prioridades cambiaron completamente. Hoy
son tres: mi mamá, mi trabajo y mi bienestar y con eso tengo pega para los 365
días del año y las 24 horas. No tengo espacio ni tiempo para nada más que esto.
Siento que hay cosas que he postergado
estúpidamente que hoy me apremian. Está el tema de la maternidad y no les
explico la frustración y la pena que siento al pensar o sentir que quizás mi
mamá no vaya a conocer a un hijo mío. No se trata de preñarme mañana de
cualquier sujeto, pero sí es una lección de vida en cuanto a que a veces uno se
da cuenta, pero la vida pasa y uno no tiene tanto tiempo quizás como uno
pensaba.
Ahora, le digo a mi mamá todos los días que la
quiero y a mi papá también. Porque es HOY que hay que decirlo, nada es obvio,
nada se posterga. Y me pasa con todo el resto de las personas que están en mi
vida. Les digo a mis amigos que los quiero y que son importantes también. Y
trato y trataré siempre de estar porque estoy en deuda con todos.
Ya no tengo tiempo para relaciones banales, ya
no tengo tiempo para amigos con ventaja, ya no tengo tiempo para sexo sin
sentido, ya no tengo tiempo para calmar el dolor de una pérdida amorosa con otra
relación amorosa que me motive a levantarme por la mañana; algo que siempre he
hecho.
Ya no tengo tiempo para andar despotricando
acerca del amor, pienso que el amor mueve al mundo, que es lo máximo estar en
pareja cuando te encuentras a esa persona especial que te hace ser mejor en
todo sentido de la palabra, que es una bendición, un milagro, aún cuando haya
un final.
Ya no tengo tiempo para quedarme pegada con
nada, porque son tiempos de caminar y de seguir hacia adelante.
2 comentarios:
Muy buenooooooo!!!!!!!!!!
Sí... me habría gustado mejor no haber tenido que escribir nada de esto. Saludos!
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