Desde que supe que mi mamá tenía cáncer sentí
como que entré a una centrífuga en la que daba vueltas y vueltas, sin parar,
pegándome contras las paredes, cayéndome al piso, adolorida entera, sin ser
capaz de ponerme de pie y agarrarme de algo.
Por primera vez en mi vida me cuesta describir
un sentimiento así. Es como una avalancha, un tsunami eterno. Un silencio, un
vacío con eco. Es un dolor que empieza en los pies y va hacia arriba hasta la
cabeza.
Hay momentos en que he sentido que me voy a
morir, cabeza abombada, corazón acelerado. He pensado que en cualquier momento
me dará un ataque o algo similar. Me ha costado incluso respirar, porque es una
emoción del corazón, pero que se vuelve física.
Ha sido terrible. Sin duda el dolor más grande
y tremendo que me ha tocado enfrentar hasta hoy. Y estuve bajo un coma
emocional –así lo denominé – de varios días de duración. Estuve dormida, pero sumida
en la pena, en la rabia, en el miedo, en el ¿por qué? ¿para qué? ¿por qué
ahora?, ¿por qué así?
Pero a pesar de todo lo anterior, decidí
conscientemente en no maldecir al de arriba. Ya me he enojado mucho con él y sé
que es doble trabajo, enojarse y desenojarse, así que durante varios días me
entregué. Me quedé quieta. El mundo de pronto se detuvo y yo me congelé.
La gente me hablaba y no entendía lo que me
decía. Me tenían que repetir varias veces algo porque yo no escuchaba….
Hasta que un día desperté. Fue algo lento, pero desperté. No puedo prometer que no
volveré al coma. Porque no lo sé, pero por lo menos sé que hoy estoy muy
despierta. Atenta, expectante, con plena conciencia que se viene un camino
difícil, que se vienen decisiones importantes que habrá que aceptar y apoyar
sean cuales sean.
Me siento de pie y humildemente fuerte.
Consciente de que mi vida ha cambiado y para siempre. Y que este es el camino
que me tocó recorrer hoy. Ya no hay ¿por qué? Si no más bien ¿para qué? Y tengo
muchas ideas…. Son tantas las razones que me mareo. Qué más quisiera yo que
esos para qués hubiesen sido más fáciles que no hubiese tenido que pasar algo
así para entender ciertas cosas, para enmendar otras. Pero la cosa es así. Y es
así como hay que aceptarla.
Me guste o no me guste las cosas han tomado el
camino que tienen que tomar. Este camino recién parte. Y yo me siento lista
para caminar y bailar al ritmo de las
circunstancias. Para bailar con la fea y por supuesto con la bonita también.
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