domingo, 22 de abril de 2012
Compartir la vida y el corazón
Aunque no lo parezca a primera vista, a mí me cuesta la cosa social. Y no es que tenga fobia social ni que sea patológicamente tímida, es sólo que me cuesta confiar en las personas. Es decir, abrirles la puerta a mi vida o que sean parte de ella. Soy más bien reservada para mis cosas… vaya ironía, lo sé, ¿quién lo habría pensado de una persona que tiene un blog? Pero así es la vida, llena de contradicciones.
No siempre fui así. Y analizando el tema, creo que quedé así después de que me separé. Estando casada, no tenía ningún problema en compartir con los amigos y cercanos del que me era mi marido. Menos con su familia. O sea, yo era de las personas que invitaba a sus amigos y familiares a mis cumpleaños, porque genuinamente me caían bien y les tenía cariño.
Pero todo cambió cuando me separé. Ahí me quedé, como se dice popularmente, botella. Todos tiraron para el lado de mi ex marido, lo que pareciera obvio y casi natural, pero yo ingenuamente pensé que me querían no sólo por ser la mujer de…. sino que por ser yo. Grave error. Y la pasé bien mal, me sentí bien sola.
Supongo que inconcientemente decreté que a mí nunca más me volvería a pasar semejante cosa. Que prefería que ningún amigo o familiar de alguna pareja de turno me quisiera, antes que tener que encariñarme de nuevo, para de nuevo ser “exiliada”, como si tuviera la peste bubónica.
Creo que ahí se originó mi pánico a “compartir” la vida de una pareja mía. Me generó bastantes problemas con una ex pareja que quería (seguramente porque me amaba) a toda costa que conociera a su mejor amigo y su familia en pleno. Finalmente lo hice, pero no con la cara llena de risa precisamente. Después evité casi a toda costa involucrarme demasiado con sus amistades, aún cuando me caían bien. Incluso cometí el error en esa relación de marginarme de ir a lugares que a él le gustaban… todo por este miedo.
Pero la vida es muy, pero muy sabia, y sabe cómo darte lecciones. De hecho, creo que de otra forma no habría entendido. Luego me enamoré de M, perdidamente, como las lesas, dirían algunos. Sí, así tal cual. Para graficar el tema de manera casi infantil (pero para que se entienda bien), yo habría compartido el único sándwich del mundo con él, aún sabiendo que no comería nunca más.
Yo quise que conociera a todas las personas que quería, yo quería que fuera conmigo a todos los lugares posibles, quería que descubriéramos lugares juntos… pero… la verdad es que con todos sus rollos, habremos ido a un par de lugares juntos y habrá conocido a un par de personas de mi mundo. Yo…. NUNCA conocí a nadie del suyo. Haya sido o no por temas siquiátricos, esa es la verdad y no hay excusa válida para adornar ese hecho. Él nunca quiso compartir conmigo su vida completa y vaya que eso duele (hasta hoy)… fue así que aprendí esa tremenda lección.
Una lección de vida con la que llegué a mi relación con N. Y aún con miedo al tema social, a lo de encariñarme con el resto, yo he decidido compartir. Me da susto jajaja, no me hago la valiente ni nada, pero al final del día, lo hago por él y por nosotros.
Hasta ahora me he llevado tremendas sorpresas, como el hecho de sentirme cómoda, de pasarlo bien de manera genuina, no sólo para la foto. Ok, en las horas previas del encuentro con el resto de su mundo, como que me dan ganitas de salir arrancando, pero cuando eso pasa, me visualizo encadenada a una silla jaajaja (no estoy bromeando) y da excelentes resultados. Porque después digo “menos mal que me quedé”.
Dicho fenómeno no sólo se da por un tema de voluntad mío. Eso es sólo el 50% de la pega, el otro 50% lo pone él. Porque él me hace partícipe de su vida, me invita a compartir y a no tener miedo. Y se preocupa de que yo esté bien, cómoda. ¿Pueden creerlo? Como que me emociona hasta al escribirlo. Porque este hombre no tiene miedo. A veces lo miro como si él viniera de otro planeta. ¿Un hombre sin miedo a querer? Bueno… algo habrá hecho bien entonces….
Compartir el mundo es una cosa y otra cosa es compartir el corazón. Y es justamente en ese proceso inicial en el que me encuentro ahora con él. Años de estar anclada a amores poco sanos donde yo era más bien una mamá más que una pareja, hacen que me angustie. Y lo tengo súper claro y lo tengo súper identificado, esa cosa en la garganta rara que se me instala cuando me voy dando cuenta que ¡Hey estoy en una relación real! con futuro!!!!! Con alguien al que no tengo que acunar, ni socorrer sino que tan sólo apoyar como lo haría cualquier pareja.
Es justamente cuando comienza ese proceso de entrega real, de mirar al otro como con corazoncitos a los lados jajjajaa tipo mono chino, a mí me entra el susto. El miedo a entregarme y después ¡paf! Llevarme una mala sorpresa, pero ya siendo muy tarde para retroceder. Son años de experiencia en cosas del amor como para no identificar lo que me pasa.
Pero los años no pasan en vano, afortunadamente. Sé que en estas cosas, uno puede tantear un rato el terreno, pero una vez hecho eso, y luego de tener una idea más o menos clara de para dónde va la cosa, no queda otra cosa que confiar (y encomendarse a Dios jajaja, obvio). Esto es casi como un acto de fe. Como cuando la gente juega a tirarse de espalda y esperar que el otro esté ahí para sostenerte. En el pasado he terminado algunas veces boca arriba, plantada en el suelo. Pero…. el corazón o por lo menos mi corazón, siempre pide ¡otra oportunidad!
La verdad es que por ahora, no tengo por qué negarme a eso. No tengo ni un argumento para cuestionarlo, así es que ahí voy, hacia esa nueva oportunidad, hoy, con una mejor visión….
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario