Hace bastante tiempo desde que no hablo nada
relativo a sexo. Digamos que pasé un tiempo medio virginal para poder ordenar
mi boliche (mente y corazón). Nada qué hacer, me gustará mucho el sexo, pero
soy mina, y las minas tendemos a cerrar las piernas cuando algo nos afecta
emocionalmente, ya sea para bien o para mal, es un hecho no más.
Pero eso ya es pasado. Y con mucho orgullo y
felicidad puedo decir que hoy volví a las pistas, bueno, no hoy
precisamente, pero ya hace un rato. Se acabaron las veladas virginales, se
acabó la idea de que si otro hombre me tocaba yo iba a estallar en llanto o iba
a recordar al que se fue. Se acabó la teoría de que tener sexo con otro era
sinónimo de bailar sobre la tumba del ex. El sexo es parte de la vida, es
natural, lo antinatural es rehuir de él por miedo, por pena, por lo que sea. El
sexo es sano.
Desde hace mucho tiempo (pareciera que desde
siempre) mi vida sexual se ha encontrado sujeta a un “otro” oficial y con
frases de cuando en cuando como: “estoy cansado”, “estoy estresado”, “estoy
triste”, “no sé qué me pasa” o la peor de todas: “pero el sábado sí” (dicha un
día lunes). Y ahí la pobre Jessica, se tenía que aguantar y con la cara llena
de risa, porque no vaya una a ofender el pene masculino. ¡No! No vaya una a
mostrar insatisfacción, porque eso sí que es impotencia segura. Dios.
Y así como mi manera de ver el
amor ha cambiado en esta pasada, mi manera de afrontar el sexo también se ha
visto modificada. Nunca he sido una mujer con muchos tabúes ni muy acomplejada,
pero ahora como que me siento aún más liberada. Supongo que tengo menos
aprensiones respecto a los temas de cama, a las muchas o pocas ganas que una
puede tener en cierto momento, a cuántas veces uno lo hace a la semana, al mes,
al año y todas esas estadísticas del terror que sólo hacen que una compare la
vida sexual propia con porcentajes mentirosos, porque a la hora de hablar de
sexo en una encuesta, estoy muy segura de que nadie dice la verdad, y la verdad
del chileno promedio es el que tira una vez al mes cuando está con pareja
estable.
Bueno, en este camino de la
relación casual, hay cosas que he ido tomando nota, como por ejemplo, la
vigorosidad del hombre soltero y sin compromisos. Ese hombre que aunque tenga
10 copetes encima y sean las 5 de la mañana, tiene toda la motivación para
tener sexo hasta que los pajaritos canten versus el hombre comprometido y
seguro al que le da sueño, siente cansancio y se pone derechamente fome y
mecánico.
¿Nos pasará lo mismo a nosotras? Capaz que sí, pero para ser súper
franca y con la mano bien en el corazón, yo no siento que me achanche cuando
estoy en pareja. Bueno no sé, quizás es porque igual le doy la importancia que
se merece el sexo en una relación, tal vez mi “achanchamiento” va por otro lado…
no lo tengo claro aún.
¿Habrá alguna forma de impedir el
estar achanchado? Seguramente que sí, pero como todo lo que implica estar en
una relación, lo más probable es que requiera de mucho trabajo en equipo y
comunicación; un tema que vamos a dejar stand by por el momento mientras sigo
experimentando y tomando nota de lo que es el sexo en la soltería.
2 comentarios:
quizá el hombre soltero esta lleno de ansiedad y de ganas de mucho tiempo y tiene que luchar por un polvo y hacer su mejor performance, el comprometido como que ya tiene asegurado el polvo de la noche y se relaja...creo que hay que ganárselo igual...
mmm puede ser, pero creo que no hay justificación para ser una lata en la cama por muy seguro que uno esté (eso va tanto para hombres como para mujeres), el sexo al final, al igual que la relación misma, es un trabajo en equipo... creo yo!
Saludos!
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