Este camino ha sido rudo, quizás ha
sido uno de los más rudos, porque me ha obligado a desechar la idea de un
“shortcut”, porque me ha obligado a tomar un espejo y mirarme. Y mirarme bien. Creo que lo supe
desde el primer momento en que mi castillo se derrumbó ante mi mirada atónita:
en esta pasada, no hay opción de zambullirme en otra relación para parchar el
dolor y evitar el duelo. En esta pasada no hay opción de aferrarme a la rabia.
En esta pasada no hay opción alguna de esconderse del dolor, la pena, de
llorar.
En esta pasada siento que no hay
opción más que reconstruirme, tomar el camino largo, respirar hondo y aprender.
Evolucionar, como le dicen ¿en qué? En la mejor versión que puedo ser de mí
misma.
Pero ¿saben? Algo ha cambiado en mi
corazón. Es una certeza, lo sé. Y cuando digo esto, no me refiero a un cambio
como de estrategia, ni de que ahora seré una perra con los hombres, ni ninguna
de esas patrañas que nos contamos a veces para protegernos de que nos hagan
daño. Es un cambio superior que va más allá del hecho de estar soltera, sin
pareja, después de años.
Siento que tiene que ver con una
evolución más bien espiritual. De pasar de creer poco, a creer mucho. Y no me
refiero a convertirme en una religión, sino que tiene que ver con fe de otro nivel
que no se encuentra en una capilla ni en un cura… es fe en que todo está
conectado. Cada pieza, cada movimiento, todo es perfecto, aún cuando pueda que
no lo veamos así a primera vista.
Y una vez entendiendo esto, siento
que todo se hace más fácil, la carga se aliviana, porque la verdad es que las
cosas importantes de la vida marchan solas, no hay que hacer nada. Hay que
dejar ser y es impresionante lo que pasa cuando uno suelta el volante….
Supongo que ahora más que nunca
entiendo el consejo de mi padre: “Haz nada, pero hazlo bien”. Ahora entiendo
muchas otras cosas más, pero el camino es largo.
Me siento mucho más intuitiva, más
asertiva, más enfocada, más tranquila y menos preocupada de lo que irá a pasar.
Porque la verdad es que el sentir y saber que pase lo que pase, estará bien es
un tremendo alivio.
Yo ya no soy la misma de hace 1 mes,
no soy la misma de hace 4 meses, no soy la misma de hace un año, y menos la de
hace dos años. Por lo mismo en medio de esta completa reconstrucción, onda post
tragedia, ya no siento igual. Y creo que eso es motivo de celebración.
Hasta hace poco me angustiaba por el
tiempo. Me angustiaba el ver que a pesar de que pasaban los meses yo aún sentía
pena… sin embargo, y gracias a un sueño me di cuenta que tenía que parar con
eso, ya que la lección que debo aprender es a ser paciente. Debo aprender a
tenerme paciencia.
Así que así sigo. Aferrada a mis
intuiciones, a mi nueva fe, a mis ganas de vivir y al amor por mí misma y por
todo lo hermoso que me rodea… que es mucho!
2 comentarios:
Creo que nos aferramos a casi lo mismo por aquí.
Besos.
A aferrarse entonces :) Saludos!
Publicar un comentario