El otro día mi compañera F, me decía desde la
guata que lo que ella busca – y que no ha logrado encontrar hasta ahora – es un
hombre compañero, un partner, alguien con quien pasar la vida y sentirse
protegida, alguien que apañe y acompañe.
No un niño. No un papá. No un pastel. No un
cacho. No un hijo. Un compañero. Y yo le dije “es difícil, imagínate que recién
a mis 32 años, lo encontré”. Y eso también lo dije desde la guata.
Mi N es eso en todo su esplendor. Es mi
compañero de ruta, en todo sentido de la palabra. Y es heavy porque aún él
estando en otro continente, aún cuando él justo estuvo ausente en seguramente
fue la crisis laboral del 2012, yo lo sentí cerca, estaba ahí conmigo, por
mail, por Facebook, por donde sea, pero ahí estaba.
Y eso es como algo shúper loco en mi vida,
porque hasta ahora estaba acostumbrada a ser yo siempre la que daba ánimo,
siempre la cheerleader profesional, la que siempre está ahí, escuchando,
aconsejando…. El problema es que no era recíproco y cuando yo caía, no tenía
más remedio que subirme yo solita de vuelta.
En cambio ahora, como tengo un partner, estoy
como en este lugar seguro que no conocía. Y tampoco es una seguridad que
implique dependencia, para nada, sigo siendo una república independiente, pero,
sé que si algo me pasa, él va a estar ahí apoyándome del a forma que se pueda.
Y eso no tiene precio, porque vaya que sé cuánto cuesta encontrarlo.
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