martes, 20 de noviembre de 2012

La metáfora del chupete rojo

Aunque es medio planchozo confesarlo – pero lo hago por una verdad mayor – tomé leche en mamadera hasta los 4 ó 5 años. Pero para mí la gracia de esto, no era la mamadera en sí, sino que el chupete de la botella, y no cualquier chupete, era uno rojo. De hecho recuerdo cómo era (cómo habrá sido mi impacto y mi gusto por él).

El chupete no tenía ni un brillo, era rojo, y era de esos esterilizados que mi papá traía del hospital. Pero era mi adoración. Si tu me cambiabas el tipo de chupete, yo no tomaba mamadera. Así de brígida.

Mi mamá, algo preocupada por mi obsesión, intentó quitarme la mamadera, para que tomara en taza. Nada. Creo que hasta incluso me puso ají en el chupete para que me dejara de gustar. Yo, con cara de mini pócker, limpiaba el chupete y me lo volvía a meter en la boca como si nada.

Al final mi mamá se aburrió y como que se entregó a mi afición, esperando que se me pasara en algún momento.

El tema es que un día, de la nada, sin que nada raro pasara, desperté, me puse el chupete en la boca y le encontré un sabor raro. Mi mamá lo lavó, volví a intentar, nada, según yo tenía mal gusto, olor, ¡guácala! Mi mamá me lo cambió por otro… y nada. Desde ese momento dejé de usar chupete, solita, y de un momento a otro.

Debo reconocer que esta metáfora en mi vida me ha seguido en los más diversos momentos y situaciones. Me ha pasado con relaciones amorosas tóxicas, a las que me he aferrado, aun cuando todo el mundo me ha pedido que por favor, abra los ojos, pero no, porfiada, yo seguía ahí. Hasta que un día, casi de la nada, despierto hastiada y doy la PLR, y en grande, porque yo podré tener deslices, pero no vuelvo ni cagando.

Me ha pasado con gente o situaciones que me han hecho daño. Todo es como el chupete, un tiempo aferrada y luego, como que despierto, veo la luz y me desprendo ante la sorpresa de todos.

Me pasa en general con situaciones que me hacen daño. De hecho, ahora que lo pienso, me pasó con mi matrimonio. Aún cuando ya venía chata de hace tiempo y me rondaba la idea por la mente, una mañana desperté y dije YA NO MÁS, ME SEPARO.

Supongo que también de ahí deriva mi impulsividad de estar una día lo suficientemente harta para, pararme, tomar mis cosas y mandarme a cambiar con cara de pocker. Sin que me importe nada ni nadie. Lo he hecho y ha sido irresponsable, pero pucha qué ha sido rico jajaajajaja. La que puede, puede. Yo no podía, pero me dio lo mismo.  

Bueno, la metáfora del chupete la sigo de cerca en mi vida, pero ahora con la mesura que dan los 32 años. Una tampoco puede andar deshaciendo las cosas a cada rato. Pero.. digamos que estoy atenta cuando siento nuevamente esa sensación desagradable que me producía ese chupete que alguna vez tanto amé. 

No hay comentarios: