El chupete
no tenía ni un brillo, era rojo, y era de esos esterilizados que mi papá traía
del hospital. Pero era mi adoración. Si tu me cambiabas el tipo de chupete, yo
no tomaba mamadera. Así de brígida.
Mi mamá, algo preocupada por mi obsesión, intentó quitarme la mamadera, para que tomara en taza. Nada. Creo que hasta incluso me puso ají en el chupete para que me dejara de gustar. Yo, con cara de mini pócker, limpiaba el chupete y me lo volvía a meter en la boca como si nada.
Al final mi
mamá se aburrió y como que se entregó a mi afición, esperando que se me pasara
en algún momento.
El tema es
que un día, de la nada, sin que nada raro pasara, desperté, me puse el chupete
en la boca y le encontré un sabor raro. Mi mamá lo lavó, volví a intentar,
nada, según yo tenía mal gusto, olor, ¡guácala! Mi mamá me lo cambió por otro…
y nada. Desde ese momento dejé de usar chupete, solita, y de un momento a otro.
Debo
reconocer que esta metáfora en mi vida me ha seguido en los más diversos
momentos y situaciones. Me ha pasado con relaciones amorosas tóxicas, a las que
me he aferrado, aun cuando todo el mundo me ha pedido que por favor, abra los
ojos, pero no, porfiada, yo seguía ahí. Hasta que un día, casi de la nada, despierto
hastiada y doy la PLR, y en grande, porque yo podré tener deslices, pero no
vuelvo ni cagando.
Me ha
pasado con gente o situaciones que me han hecho daño. Todo es como el chupete,
un tiempo aferrada y luego, como que despierto, veo la luz y me desprendo ante
la sorpresa de todos.
Me pasa en general con situaciones que me hacen daño. De hecho, ahora que lo pienso, me pasó con mi matrimonio. Aún cuando ya venía chata de hace tiempo y me rondaba la idea por la mente, una mañana desperté y dije YA NO MÁS, ME SEPARO.
Supongo que
también de ahí deriva mi impulsividad de estar una día lo suficientemente harta
para, pararme, tomar mis cosas y mandarme a cambiar con cara de pocker. Sin que
me importe nada ni nadie. Lo he hecho y ha sido irresponsable, pero pucha qué ha
sido rico jajaajajaja. La que puede, puede. Yo no podía, pero me dio lo mismo.
Bueno, la
metáfora del chupete la sigo de cerca en mi vida, pero ahora con la mesura que
dan los 32 años. Una tampoco puede andar deshaciendo las cosas a cada rato.
Pero.. digamos que estoy atenta cuando siento nuevamente esa sensación
desagradable que me producía ese chupete que alguna vez tanto amé.
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