viernes, 2 de diciembre de 2011

Conviviendo en pareja


Hace unos días me topé con una entrevista súper interesante de la escritora Marcela Serrano, en la que contaba que con su actual marido vivía en el mismo edificio, pero en departamentos distintos (él arriba y ella abajo).

Según contaba en la entrevista, ella sentía que si una no podía ser dueña de un espacio tan íntimo como era el dormitorio, qué es lo que uno podía tener… También contaba que su esposo era maniático en la cocina, por lo que el haber tenido que compartir este espacio con él, habría sido motivo de puras peleas, porque ella con suerte freía un huevo.

Tamañas conclusiones y singular forma de llevar la vida en pareja, no le nació de un día para otro. Se tuvo que casar 3 veces para cachar para dónde iba la mano.
Yo he convivido con dos hombres muy distintos y en etapas muy diferentes también. Mi ex marido con quien viví durante dos años a los 24 años y venía saliendo de la casa de mis papás y J con quien viví después de mi separación. Estuvimos tres años juntos, vivimos un año completo juntos, luego otro año separados y nuestro último juntos de nuevo.

Tras estas dos experiencias, con el tiempo he ido masticando esta idea de mantener espacios vitales a pesar de estar casada o de convivir con la pareja. Para quienes nunca han experimentado esto, sé que suena poco romántico, egoísta y hasta ridículo, pero la verdad es que yo lo encuentro bastante práctico y hasta más sano.

No creo que sea necesario llegar al extremo de Marcelo Serrano de vivir en casas separadas (además que hay que tener plata para eso), con tal de que cada uno tenga su pieza o algún lugar propio dentro de la misma casa, basta. ¡Creo!
Cuando se convive, se conocen todas las mañas, y hay cosas que molestan del otro, incluso que son insoportables. Y no estoy hablando de esta caricatura que el hombre deja la pasta de dientes abierta o la tapa del baño arriba, estoy hablando de cosas de caracteres.

El despertar junto a una persona es lindo, sí. Romántico, íntimo, bello, sí, sí y sí. Pero cuando pasan 20 años ¿es igual de lindo, romántico? Emmm ¡no! La cruda realidad es que el ver al otro despertarse durante décadas con cara de poto, el maquillaje corrido, el aliento poco fresco o con diversos olores, no tiene nada, pero nada de bello. Aburre, agota, y hasta desgasta la pasión y el amor.

Por lo mismo que le he dado vueltas a este tema que no deja de ser polémico, porque lo políticamente correcto es añorar tener esa cama King para compartirla con el ser amado POR SIEMPRE.

Pienso que si algún día vuelvo a querer vivir con alguien (luego de meditarlo muy, pero muy bien), me gustaría aplicar esta nueva forma de convivencia 2.0. Supongo que es una forma también de ponerle freno a esto que nos dicta la sociedad, que cuando estamos en pareja, dejamos de ser individuos y estamos siempre en función del otro.

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