miércoles, 26 de octubre de 2011

Hacer lo que uno ama y amar lo que uno hace


Tengo unas ganas tremendas de escribir sobre algo relacionado a este tema, pero por el momento no puedo jajjaa, ya que me puede jugar en contra, pero prometo hacerlo a penas pueda ¡uf!

El título de esta entrada suena cliché. Lo sé, pero a pesar de la adversidad, de los momentos complicados y a pesar de patear la perra varias veces porque el periodismo en Chile (exceptuando aquél organizacional o de gobierno) es tan mal pagado, aún sigo amando mi profesión. Mi bella profesión.

Y amo aún más escribir sobre aquello que creo que soy buena y en lo que me siento un aporte: el mundo femenino. Siento un poco que la vida me llevó a esto. O sea, yo partí en espectáculo y farándula, una realidad bien maquillada que en verdad es entretenida verla como espectador, pero cuando te toca reportear “en serio” la última tontera de Luli, es más deprimente que simpático. Bueno habló por mí, sé que hay colegas que gozan con esto.

Pero cuando por casi causalidad y cosas del azar llegué hasta los temas femeninos, especialmente los relacionados con psicología, amor y sexo, me di cuenta que eso era lo mío. No sólo porque me gustaba y porque al final uno termina escribiendo sobre lo que nos pasa a la mayoría, sino porque sentía que era un aporte. Supongo que para mí es vital sentir que lo que hago, le puede ayudar a alguien. Y si una sola persona leía esa nota y la hacía pensar sobre el tema, bueno yo me sentía más que pagada.

Eso es lo que yo amo hacer. Escribir. Siempre digo “yo, escribo”. Y creo que haré esto hasta mis últimos minutos. Si no lo hiciera creo que me volvería loca. Por eso tengo un diario de vida (suena infantil, pero vaya que sirve desahogarse ahí), por eso tengo este blog y por eso, creo que por ahí tengo que seguir. Contra viento y marea, y aunque esa pega quizás no sea tan bien pagada como ser encargada de prensa de una súper hiper importante marca. Tal como dice la maestra Raquel Correa, hay que decidirse, o eres periodista o eres publicista. No se pueden ser las dos cosas. Cierto eso.

Creo que no he dejado de pasar más de 3 días sin escribir en mi diario. De hecho esta costumbre la partí a los 12 o 13 años, así es que imagínense cuántos cuadernos tengo. Nunca he botado ninguno. Los de mis años de soltera los tengo todos en la bodega en la casa de mis papás.

Quizás cuántos secretos guardan esos diarios. Qué nervio sería volver a leerlos. Porque a veces uno recuerda sólo ciertas cosas (generalmente las buenas) y olvida lo amargo. A veces uno simplemente no se acuerda bien cómo sucedieron las cosas. Y en esas páginas, algunas seguramente escritas con letra infantil, está lo que ha sido mi vida. Algún día, cuando tenga tiempo y creo que sea necesario, las releeré.

Y lo siento, pero un trabajo que implique tener que convertirse en robot, en ser un mero mensajero de una empresa súper hiper importante, como que no me mueve ni un pelo. En cambio una que implique escribir me entusiasma, es como que si se me alegrara el corazón.

Hay gente que no le pasa esto, que va donde está la plata y listo. Ahí se quedan 10 años. A veces quisiera ser como esas personas, me tinca que uno pasa menos apremios y hasta menos desilusiones. Pero… ¡no puedo! Jajajaja.

Bueno, así es que no me queda otra que seguir, seguir y seguir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerda que no comenzó la historia cuando salimos de la universidad, sino un poco antes cuando éramos profesionales en formación y podíamos criticar lo in criticable, cuando escribíamos por una necesidad irrevocable, porque era nuestro derecho de discutir con las noticias de las 21 o con el media noche. Cuando llenamos aquellos diarios de vida con palabras bonitas y preocupaciones ínfimas, hoy somos adultos, nos preocupa el bolsillo, calculamos los pesos, o los dólares otros y nos quejamos de lo poco que ganamos por las decisiones del pasado, pero al final del camino seguimos siendo los mismos niños en esencia.