jueves, 3 de enero de 2013

Dead End


No sé si será normal o no, pero a veces me baja una tristeza insípida que arrasa con mi corazón y me deja muda. Porque cuando me pasa,  las palabras se me atragantan y el sentimiento se vuelve físico, ya que siento como si alguien me oprimiera la garganta, al punto que me cuesta respirar bien.

Vieja sensación esa que sólo sé que me da cuando estoy asustada o simple y llanamente ahogada. El “soponcio” como le digo yo. Y cuando me da y es algo persistente, la historia cuenta que tiendo a salir arrancando.

Y eso me enfurece, así como me enfurece todo aquello que no logro superar o vencer. Sé que tengo fuerzas, que soy bien energética y decidida cuando algo se me mete en la cabeza, pero es como si a veces, en ciertas circunstancias de la vida, ya no me diera el cuero. O más bien, es como si no quisiera soltar aquello que me perturba, como si no pudiera, quizás. Como si hubiese un dejo de goce en revolcarme en la mierda.

Siento a la vez un cierto alivio porque creo que he dado todo lo que humanamente puedo dar. Pero… tal como le dije el otro día a un amigo, uno no puede modificarse al punto de ser otra persona y tener otro corazón.  Y quizás la bondad de mi corazón tiene un límite, de ahí en adelante es simple y llano esfuerzo. Tareas obligadas, compromisos sin sentido. Sonrisas falsas. Silencio piadoso y aguante, puro aguante.  A ojos cerrados,  mandíbula apretada y cara de pocker.

Yo no soy así, me grita una  voz. Mi lema es no tener dobleces, jamás ir a un lugar que no quiero ir, jamás sonreírle a quien no soporto, jamás ser quien no soy. Jamás estar con alguien sólo porque me conviene, jamás reírme de un chiste que encuentro fome. Jamás sentirme obligada a hacer algo que no quiero hacer.

Pero esta vez vale la pena, me grita la segunda voz. Porque no siempre se puede hacer sólo lo que uno quiere, porque hay personas que a veces se ofenden o decepcionan con las decisiones radicales, porque la vida está llena de cosas que uno no quiere hacer, pero que uno las hace igual por un bien superior, como el amor, dicen por ahí.

Fíjense que ninguna de las dos voces me convencen, porque sin importar cual elija escuchar, me sentiré pésimo de todos modos. Optar por el mal menor, sería lo más inteligente, pero ya no sé cuál sería ese.
Es lo que yo denomino Dead end. No hay por donde salir, sólo hay que quedarse ahí, un rato. 

2 comentarios:

RED dijo...

Es increible lo identificada que me siento. Es una encrucijada en la que no se sabe si hay solucion, ni que se pueda evitar. A mi me pasa constantemente. Actuar sólo por la propia felicidad, o actuar por la de los demás?
Y nunca quedas conforme con ninguna.

Alos30 dijo...

Hola! sí es muy difícil. Te lo digo yo, pero sabes? después pude ceder y hacer algo importante para una persona que amo, con dudas y todo lo hice, y sabes? resultó ser muy bueno, porque dejé de lado un montón de rollos que tenía respecto al tema y me sentí bien de poder hacerlo. Pienso que cuando el otro vale le pena, también vale la pena, hacer ciertas cosas aún cuando no sean del total gusto de uno. Supongo que de eso se trata un poco también estar en pareja. Saludos!!