jueves, 2 de febrero de 2012

Ser fantasía


Convertirse en esto en el imaginario de algún personaje masculino es un poco divertido. Halagador también, no puedo negarlo, especialmente en momentos en que pareciera que mi vida en el plano sexual y amoroso, es más teórica que práctica.

No sé si será porque esta es la primera vez que me encuentro soltera (tengo la sensación que prácticamente nací en pareja) lo que lleva a algunos a pensar que es ahora o nunca, o porque lanzo alguna señal misteriosa al universo que es captada por todo espécimen masculino, porque surgen preguntas como si acaso en la cama haré honor a mi pelo rojo o si simplemente porque existe la inquietud de saber a ciencia cierta si todo lo que escribo acá, en este blog, es real o es puro bluf. La curiosidad da para mucho.

En este período de sequía vivencial, fantasear y ser fantasía es lo único que puedo aplicar. Tentaciones para salirme de ahí, hay, sin duda alguna, pero me detengo cuando de pronto me percato que esa fantasía perfectamente puede llegar a tocarme el timbre de mi casa. Son cien los factores a los que recurro a la hora de decir “mejor que no”, excusas tontas, seguramente para muchos, demasiado racionales, para otros, de pura agueoná, para el resto.

El hecho concreto es que hoy no quiero involucrarme en nada (sexual y/o amoroso) que no pueda entregarme la certeza que no vaya a ser un error garrafal. No quiero sentirme triste, ni culpable ni tampoco hacer algo por las razones equivocadas. Yo sé lo que es eso, y ni cagando volvería a ese punto.

Ahora, también sé que el que no arriesga, no cruza el río, que hay que apostar, que uno no puede saberlo todo, ni ser prejuiciosa etc etc etc. LO SÉ, pero hay algo en el fondo de mi corazón que se activa cada vez que estoy cerca de algo más que la teoría. Algo que me dice ¡Stop! Y sé que avanzar a la mala en este camino, sería traicionarme a mi misma. Y ya me he traicionado lo suficiente en el pasado, como para seguir haciéndolo.

Una versión mía del pasado seguramente ya estaría a estas alturas pololeando de nuevo o por lo bajo, ya tendría un amiguito quita pena y calentura. Porque ojo, en un tremendo esfuerzo esto, porque una cosa es que yo racionalmente priorice este momento mío a solas, y otra muy distinta es lo que a veces me dice el corazón, el bajo vientre y mis complejos de soledad.

La vida me da empujoncitos, pero aún soy incapaz de dar el paso quizás esperando por algún milagro, tal vez genuinamente esperándome a mí misma, y en una de esas apostando por lo que me cantan aún los pajaritos en mi cabeza. Quizás sea un poco de cada una de estas cosas.

Y esto no tiene nada que ver con un cartuchismo repentino ni un romanticismo quinceañero. No espero a ningún príncipe ni tampoco me voy a reconvertir en virgen esperando por entregar mi “flor” al mejor postor. ¡Nada de eso! Esto tiene que ver con sentirme bien por las decisiones que tomo sin tener que despertarme a la mañana siguiente, encañada y al lado de un sujeto X que no recuerdo o sintiendo que no debí haber dicho o hecho nada de lo que dije o hice. Suena complejo, y de hecho, lo es, pero sí tengo claro también que NO vine a este mundo a vestir santos y tampoco tengo vocación ni de mártir ni menos de virgen. ¡He dicho!


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